5 de julio de 2017.
Miércoles.
MI
CREDO
Inocencia, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Llegó la inocencia y se
hizo luz. Al menos, luz para mis ojos, que allí donde hay sencillez y candor ven
una llama en la que aletea la pureza de corazón. La pureza de corazón, o donde
Dios habita. Es mi credo. Mi credo infantil y sin aristas, sin teologías. La
teología entorpece la visión de Dios; del Dios niño, inocente y amable, pero lúcido de sueños. El Dios
niño que ríe y celebra todo, como si aquello que ocurre no fuera a suceder más.
Que vive intensamente cada instante, como el que escribe su nombre con navaja y
paciencia en el tronco de un árbol. Intensamente, regalándole al tiempo y al árbol
su nombre, para que cada vez que el árbol lo lea recuerde al autor con una navaja
en las manos, hiriendo, lesionando al árbol, pero con un sueño en los ojos: el
sueño de querer permanecer. Hoy ha sido un día de luz en mi casa. Llegó Candela
y se iluminó la claridad, e irradió mi mente, y hablaron los silencios. Pero ha
durado poco: sólo unas horas. Hasta el día 15, Diario, no volverá el incendio, que
se ha ido camino de Javalí, pero con la vista vuelta atrás, pesarosamente, como
la uña que es arrancada de su carne, con un dolor pavoroso (19:58:25).