28 de enero de 2019.
Lunes.
POR AQUÍ PASÉ YO
Florecilla dorada de invierno, en Salinas de San Pedro del Pinatar. F: FotVi |
-Cuando leo, me gusta
subrayar, es un modo de dejar el hecho de mi lectura reflejada en el texto. O
de decirme a mí mismo cuando vuelva a releer el pasaje: por aquí pasé yo. Es lo
del hilo de Ariadna en la mitología griega o lo de las migas de pan de
Pulgarcito en el cuento de los hermanos Grimm. Se trata de reconocer el camino
que hiciste en otro tiempo, y ver si has adelantado o retrocedido. Por ejemplo,
en el prólogo –Advertencia a los hombres que lean este libro para niños– de su Platero y yo, escribe Juan Ramón
Jiménez: «Dondequiera que haya niños –dice Novalis– existe una edad de oro». Cita
que tengo subrayada, de cuando, hace años pasé por allí, y con un lápiz, tracé
un camino nervioso por debajo de esta frase, que habla de niños, pero que leen
los mayores. «Pues por esa edad de oro –sigue Juan Ramón–, que es como una isla
espiritual caída del cielo, anda el corazón del poeta». Y el mío, ahora que,
desde la altura de mis años, contemplo extasiado esa «isla de gracia, de frescura
y de dicha, edad de oro de los niños». Edad de oro, Diario, que me hace vivir
en la ensoñación y la alegría, y en el asombro continuo del niño, que vive y
deja vivir, con la viveza de sus ojos abiertos (18:45:34).