viernes, 22 de mayo de 2015


22 de mayo de 2015. Viernes.
FÁBULA
Dándose calor, en el carrizal. F: FotVi
 
-Sabían que en la lluvia estaba su vida. Son hijos de la humedad. «Mal año de lluvias», se dijeron. Y, con los tentáculos alertados (donde brujulean los ojos), miraron al cielo y vieron las nubes y creyeron entender que llovería. Se animaron, y, buscando que les mojara antes la lluvia, salieron a ascender hasta tocar las nubes. Ascendieron por unos carrizos con la exigencia de la sed; pero, sin lograr mojarse, al fin les llegó el sueño de la hibernación. Y allí quedaron, en el silencio de la melancolía. Luego llegaron las hormigas y les comieron los sueños de alcanzar las nubes. Y, sin sueños, se murieron. Yo -antes de ayer- pasaba por allí, los vi, apiñados, y me apiadé de ellos. Y, para que perduren como fábula de perseguidores de sueños (alcanzar las nubes), Diario, los fotografié  (20:40:51).

jueves, 21 de mayo de 2015


21 de mayo de 2015. Jueves.
URNAS
 
Luz, tras las alambradas. F: FotVi
 
-Uno, a veces, recupera energías echando mano del recuerdo. Fruta que coges del árbol del pasado y la muerdes y te llena la boca de jugos que se desbordan como miel o acíbar por las comisuras, así es el recuerdo. Desbordamiento de sensaciones. Porque en el recuerdo siempre hay algo de acíbar y mucho de miel; y es que, con el tiempo, la miel endulza al acíbar, y lo que fuera triste, se conjura con lo alegre ahora y ambos, aunque con achaques, inventan la senectud llevadera y hasta feliz. Intentar ser feliz en los recuerdos es como rebobinar la vida y probar a revivirla de nuevo, evitando, eso, sí, el pánico del error de antaño, y excitando sólo la fibra y el vigor de lo bueno, ahora. O lo desagradable revestido de bondad, ahora. Recuerdo que llegué al recinto donde tenía que votar, la escuela. Y, sobre una mesa, vi una arquilla, cuadrada, arquilla a la que llamaban urna; yo la miré absorto. Ahí estaba el secreto. Su tapa trasparente relucía; tapa que tenía una ranura; con el nerviosismo -era la primera vez a mis 42 años que ejercía mi derecho al voto-, se me resistía introducir en ella la papeleta que antes había elegido. ¡Una urna, una ranura, y una papeleta! Reía yo, reía mi mano, reían los componentes de la mesa, temblaba la papeleta. Sin embargo, fue entonces cuando caí en la cuenta del valor moral y aun utópico que tenía aquel acto, aquel gesto, aquella turbación de la papeleta antes de entrar en la urna. Una papeleta que decide, que habla, que dispone, me dije. De ahí mi emoción belicosa y dulce, excitada. Cuando entró la papeleta en la urna, exclamé (en mi interior): «¡Soy libre!», y (a mis 42 años) gocé de mi mayoría de edad, y, con unción, la comulgué, mi libertad, como el que come a Dios por primera vez, la paladeé emocionado, pero con un cierto susto. En la papeleta, tomaban forma mis sueños de democracia, sin pensar entonces en Platón, que, tras la democracia, auguraba la tiranía. Por culpa de los «excesos de libertad», que llevan «a no preocuparse en absoluto de las leyes, para no tener en modo alguno ningún señor», decía el filósofo. Pero aquel extraño y sublime ensueño, o exclamación emotiva (ir a votar), ahora es sólo una tenue y pobre duda, próxima a la desilusión. ¿Voto, no voto? La urna, símbolo de mi primer idilio con la libertad, me atrae; pero la papeleta (¿a quién votar, hacerlo, no hacerlo?) me llora en las manos. La papeleta llora mi llanto, quizá. ¡Han sido tantas los fiascos! O tal vez sea que, con el hecho de votar, se haya llegado ya a aquel brutal y descarnado vaticinio de Aldous Huxley (Un mundo feliz), en el que aseguraba «que la gente en realidad (votando sin más) podía haber empezado ya a amar su servidumbre», la que impone el Sistema. ¿Posible, Diario? No sé; me vuelve aquel susto de entonces (10:05:31).

martes, 19 de mayo de 2015


19 de mayo de 2015. Martes.
LA ROSA
 
Aprendiendo a hablar, en el jardín. F: FotVi
 
-En mi jardín (formado por unas ocho o diez macetas), la estaba enseñando a hablar, y se murió de pronto. ¡La rosa! Entró en tristezas, y se murió. Suele ocurrir. La vida es así de intempestiva. Esperaré a que vuelva para seguir diciéndole que aprenda a hablar; si ella habla, ella y yo estaremos menos solos. Nos contaríamos cosas, Diario (19:36:31).

lunes, 18 de mayo de 2015


18 de mayo de 2015. Lunes.
¡PARDIEZ!
 
Garabato vegetal, o encuesta ilusoria, en el jardín. F; FotVi
 
-Las encuestas siempre aciertan en lo fundamental: en que se equivocan; o aciertan poco, fallando siempre en algo; o tanto, que dan risa. (Ejemplo: Reino Unido, penúltimas elecciones, y fracaso anunciado y oficiado de Cameron, que, con su triunfo, llevó la contraria y al cadalso a las encuestas, las decapitó). Las encuestas, antes de unas elecciones, son como el aperitivo antes de una suculenta comida (eructos incluidos) en la mesa de un rico Epulón, el del Estado, que nos expolia. Con las encuestas, determinados medios de comunicación (o todos), y los partidos políticos y sus voceadores, se vengan de sus adversarios ideológicos, aventurando, no lo que saben, sino lo que sospechan, invitándoles de este modo a que se fastidien, sufriendo. Llegará el porvenir; es decir, el día de los votos, y todo será distinto; pero, entre tanto, fastídiate, adversario, enemigo, casta, escoria. Tú dices esto; yo digo lo contrario. Las encuestas son un navajeo entre medios de comunicación afines a este o aquel partido, a esta o aquella tendencia ideológica; la demoscopia, pues, como arma arrojadiza. Simplificando: en la antigüedad, las hordas guerreras se lanzaban flechas; luego, en la modernidad, obuses, y, en ambos casos, se mataban (estúpidamente); ahora, otra clase de hordas (igualmente guerreras) se lanzan encuentras, dardos demoscópicos, con los mismos deseos inconfesables de siempre: aplastar al contrario, aunque sea en el engranaje (Tiempos modernos, Charlie Chaplin) de la imaginación o el deseo. Me divierten tanto las encuestas, que me hacen reír hasta la extenuación del llanto; partirte de risa, llorando. Fantástico y pavoroso, a la vez. Juan Cruz ha escrito en El País que «aparte de dolor, felicidad o cuerpo, somos palabras». Bellamente lo ha escrito. Pero yo, Diario, glosando a Juan Cruz, diría que, en tiempo de elecciones, «aparte de dolor, felicidad o cuerpo» somos encuestas, mentira, fábula siniestra. Y: «¡Pardiez!», añado yo, como desahogo (20:39:33).

domingo, 17 de mayo de 2015


17 de mayo de 2015. Domingo.
OJOS DE LIRIO
 
Ojos de lirio, en el jardín. F: FotVi
 
-Aun estando solo, a veces sientes que te miran, que te siguen, y no sabes qué o quién. Vuelves la cabeza y, si acaso, ves tu sombra o algo que salta tras de ti; ejemplo: un ave o el revuelo que ha dejado tras de sí el pájaro al huir. Si estás en casa, crees que es el espejo el que te observa y, al menos yo, procuro no darle la espalda, nunca; en cualquier relato de Allan Poe podría salir un brazo del espejo y clavarte traicioneramente una daga en la espalda. Sin embargo, esta mañana, al salir al patio, he descubierto que quien me miraba (todos los días siento que algo me mira), eran estos dos ojos de lirio, que, al devolverles la mirada, me han dicho: «¡Jo, nos has descubierto!». Como si tal cosa…, y se han cerrado, y han dejado de mirar, hasta mañana, espero (21:42:20).

viernes, 15 de mayo de 2015


15 de mayo de 2015. Viernes.
TOCAR LA TIERRA
 
Poema de tierra, en el jardín. Día de San Isidro. F: FotVi
 
-Coges la tierra, la palpas, y seduce su tacto. Tocar la tierra es tocar algo de mí mismo, te dices; en la tierra, toco la arcilla que soy y me reinvento creación, suceso prodigioso, vara de nardo con inteligencia. Vuela de mí un pájaro, una idea, parecidos acontecimientos; ambos dicen, ambos hablan. Me muevo en el ámbito de la maravilla, digo, y me extasío contemplando la caída de una hoja del árbol, porque en ella caigo yo, intento un vuelo, un sueño; caigo, dices, pero vuelo. Los sueños vuelan. Dijo el poeta: «Anoche un fresno / a punto de decirme / algo -callóse».  (Ladera Este). Era un sueño de Octavio Paz; un sueño venido del lodo, y que se hace poesía en el poeta, en su alfar de la palabra. Es el fresno con la palabra en la punta de su lengua vegetal, que va a decir, y calla; aunque ya esté dicha la relación entre fresno y poeta, en el poema. Isidro era labrador, y santo, por amante de la tierra. Amando la tierra, se diría, me amo a mí mismo y al Dios que la forjó. Isidro araba la tierra, la abría, para encintarla. La encandilaba de sol y lluvia, y así la hacía dar fruto, parir. Hoy, en su día, felicito a la tierra y al santo, y pido, Diario, amar la tierra como amamos el cielo, donde las estrellas, donde los sueños, o fresnos (19:51:12).

jueves, 14 de mayo de 2015


14 de mayo de 2015. Jueves.
MURIENDO EN LA ESCRITURA
 
Con visera y pancita, en el abecedario. F: FotVi
 
-Es difícil escribir; pero no lo es menos no hacerlo. Hay veces que se respira en la escritura, en lo que dices, en lo que cuentas, y ardes en lo que respiras, y así vives, ardiendo y dejando tus incendios como señal de que has existido, de que estás, de que no te has ido. Vives, pues, muriendo en la escritura, en su maravillosa y terrible soledad, en su verdad, en su mentira, en su amor y desamor, en su grito que apenas grita, muriéndote y viviendo. Se muere en la escritura, cada vez, un poco, desangrándote quizá, hasta que vives para siempre. Dios escribió en los profetas, y se oyó en ellos, y luego calló, en ellos, y dejó que hablara lo que él había escrito en los profetas, y es el silencio más expresivo que existe, silencio que siempre habla, si se lee. Recuerdo la primera vez que escribí una letra: el lápiz, la mano, mi mano, guiada por otra mano suave e imperiosa, a la vez miel y decisión, sutileza y martillo de yunque, mano de Sor Matilde, monja. Me guiaba la mano para que escribiera la letra a; la a, con visera y pancita, y un pequeño ojo blanco en el centro. Así la describía ella, así me la hacía pensar, con visera y pancita, la a, la que iba delante de agua y aire, y de amor, y al otro lado de la m de madre, la que estaba escribiendo, con violencia en el papel. Y la lengua fuera, y la respiración a saltos, y la monja llevándome la mano, con decisión de rayo. Enseñándome a andar por las letras, por sus selvas de belleza y pavor, y asombro e interrogantes, y parpadeos, y definiciones de las cosas, enseñándome a escribirlas. Llegué a casa y dije: «¡Sé escribir!»; y madre: «¿A ver?»; y repetí la gesta, escribí la a, y madre, llevándose las manos a la boca, dijo: «¡Ohhh!», con teatro, simulando admiración, y yo reí, y maravillado por el asombro de mi madre, dije: «¡Sé escribir!», y me fui a jugar, tanto, que, en el juego, olvidé que sabía escribir. Que ¿por qué cuento esto? Porque gracias a aquella letra primera rasgueada, rayada por mí, hoy, Diario, puedo escribir Nepal, y dolor, y les daría mi vida, y les ayudaré, y les estoy ayudando, y ¡Dios!, desesperadamente, y, aun tratando de disimularlo, lloro, y lo escribo (12:54:18).

miércoles, 13 de mayo de 2015


13 de mayo de 2015. Miércoles.
ATRAPADO
 
Atrapado en el árbol, junto al Mar.
 
-Lo tuve atrapado, al Sol, ayer tarde, en las ramas de ese árbol, y le hablé, y me habló, y nos reconocimos: las cosas y yo somos un poco él; con la tierra y el agua, somos él; somos tierra y agua, y sol, y el soplo aquel que nos dio el poder de hablar y soñar, y de atrapar el sol en las ramas de un árbol… Pero, al fin, lo dejé ir, debía seguir su camino y hacerse luz en otros mundos… Y ser libre, como yo, como tú… Lo dejé ir, Diario (20:51:11).

martes, 12 de mayo de 2015


11 de mayo de 2015. Lunes.
¡EL GRITO!
 
Grito de vida, en el árbol. F: FotVi
 
-He sufrido pesadillas de toda clase y color, y pavor; tan terrible alguna, que, como esta vez, he tenido que usar el grito para salir de ella. Gritas, y por la abertura del grito, por el túnel que es, escapas de la pesadilla. El grito, que, aun despierto, casi siempre es puerta de salida del miedo o la locura, o de la alucinación. Gritas y escapan la ira, el pánico, la angustia, hasta salen volando los pájaros de mal agüero que hay en el árbol de tu cabeza. Gritas y salta todo haciéndose vuelo que huye, como una exhalación del miedo, escapando. Pues entré en el sueño y me dormí en paz y bien. Iba y venía yo por el sueño, sin altibajos en la respiración, sosegado, como deslizándome por el filo blanco de una ola, feliz, y de pronto, zas, la pesadilla, y se me desquició el sueño, su castillo de naipes se me vino abajo. El sueño derivó en que era lunes y nunca saldría del lunes, con rejas el lunes, apresado yo en el lunes, en su tela de araña viscosa y cruel, sedosa y fiera, y para siempre; y, abatido, entonces, me dije que ser huésped del lunes para siempre sería algo así como estar oyendo toda la vida al mismo político (o ser mitrado) largándote el mismo mitin, la misma prédica, en cualquier infierno, siempre, repitiéndose, como un eterno lunes, como un eterno golpear del martillo del herrero. Y desesperé; y ahí seguía, desesperando. Enredado en el lunes y oyendo palabras vacías, extrañas, porfiadas, hasta que di ¡el grito!, y, yéndome por él, con miedos, aterrorizado, salí del mal sueño, que daré en llamar, Diario, pesadilla de lunes, o lunes en tiempo de elecciones, o qué pesadez los mítines (aun los episcopales), o…; y ¡vuelvo a gritar!, pero de felicidad esta vez (20:20:26).
 
 

viernes, 8 de mayo de 2015


8 de mayo de 2015. Viernes.
LA FIEBRE DEL VOTO
 
Pensando si dar su voto o no, en las Salinas. San Pedro del Pinatar, F: FotVi 
 
-Yo, ciudadano olvidado (y libre) del mundo, me siento de pronto solicitado, exigido con furia, me necesitan. Si fuera un bebé o una abuelita, digna de cuento de Caperucita, se llegarían y me besarían, y, si trabajador de azada o de andamio, me darían palmaditas en la espalda, sin romperme: se mancharían. Se llamó la fiebre del oro (California, mediados del siglo XIX), a aquella locura (sueño) de arañar en la orilla de los ríos para dar con el preciado metal, símbolo de la riqueza (y del poder bancario). El metal de corazón de sol, que dijo el poeta. Pues, así como entonces fue la fiebre del oro (y no del moro), ahora es tiempo de la fiebre del voto. «¡Dame tu voto, por favor!», me lloran. Unos y otros, como hienas. Se llaman políticos, y medran en la cosa pública, mordisqueando acá y acullá. Todos somos pecadores, pero los hay entre ellos, los políticos, que además roban. Y como tú, y usted, y el delfín que salta para tocar el cielo (¡ay, casi lo ha tocado!) y el oso perezoso (el Milursus Ursinus, es un decir) y la letra k de mi DNI, pecamos de ingenuos, cada vez, cuando toca, los políticos nos piden, además, nuestro voto; no les basta con lo que nos detraen por otros conceptos, como por el hecho de respirar o de contemplar febriles el paisaje, o echarles migajas de luz (de pan) a las palomas en el parque. (Sin ir más lejos, en Torre de la Horadada -Ayuntamiento de Pilar de lo mismo, city-, he de pagar por pisar la baldosa de entrada a casa, y cada año ocurrirá lo mismo: 25 euros. O pago 25 euros o he de saltar si deseo acceder a casa; la baldosa es sagrada y no se pisa). Pues, no, me he dicho. Mi voto tiene un valor, y ya jamás lo daré gratis; y no me valen promesas. ¿Quién da más por mi voto, por escrito? Lo vendo sólo por un poco de honradez y un mucho de respeto, por escrito. Y, por favor, no me den palmaditas en la espalda, pueden manchar sus costosos trajes con mi yeso de hijo de albañil. Y, como dijo el poeta argentino Héctor Viel Temperley en un verso largo y terrible: «Es mi parte de tierra la que llora por los ciruelos que ha perdido». Que todo calle y escuche, y no pisen el silencio, Diario, ni en tiempo de elecciones, por favor (19:34:24).

miércoles, 6 de mayo de 2015



6 de mayo de 2015. Miércoles.
LA NIÑA DEL ABRIGO ROJO
 
La niña del abrigo rojo, en la Lista de Schindler. F: J. Kaminski 
 
-Anoche vi una película de escalofrío, alarmante por lo que denuncia, acusación lírica y pavorosa a la vez, y profética, porque vislumbra que, quizá antes que luego, pudiera repetirse esta misma página de Apocalipsis que en ella se describe. Ideologías y sistemas políticos como el nazi (nacionalsocialismo), de colmillo de lobo, feroces, nos acechan desde casi todos lados, desde ahí mismo, al otro lado del Mediterráneo, desde nosotros mismos. El Estado Islámico (EI). Nos viste el pasmo de lo terrible, dijo el poeta. Es un modo de decir que estamos indefensos ante cualquier ocurrencia totalitaria y diabólica, ciegamente salvífica, con un dios menor, el de la guerra, como inspirador y libertador. Anoche vi (otra vez) La lista de Schindler, esa obra de arte de la estupefacción y el pasmo ante la maldad sin causa, porque sí, donde se archiva lo del «el ser humano es bueno por naturaleza», un dicho que no llega a creencia, pero casi, y que no es verdad. El ser humano (o esa gracia divina, quizá, que fue), puede llegar a ser perversión, y lo es, y lo ha sido en tantos trechos de la historia, y lo estamos siendo. Desde Caín lo está siendo, o desde más al principio, desde la metáfora aquella de la serpiente dando a comer a la mujer una manzana perversa. La manzana de la soberbia y la hinchazón, o de un diablo coronado de humos: seré, quiero ser más (más que Dios: la Biblia); «Dios ha muerto», se dijo, y se reinventó en Hitler, y en Stalin, y en otros; y así un día y otro, hasta el suicidio colectivo. En Alemania, 1933-1945. En la Unión Soviética, 1941-1953. Y hasta hoy: el EI. De la película de Spielberg nos salva (me salva, hay salvación) la misma lista de Schindler (1.200 judíos salvados de las cámaras de gas) y la niña del abrigo rojo, que, con mirada perdida, limpia, de ángel asustado, es incómoda realidad (su inocencia) incluso para el ambiente en blanco y negro en el que se movía aquel terrible drama, aquella humanidad despavorida, sin más asidero que el de la fe, tal vez, o el de la muerte misma, para acabar, para dejar el sufrimiento en el cuerpo sin vida, donde ni el dolor, al fin, duele. Decía Octavio Paz, con belleza desesperada (o a punto de hallar asidero): «Soy hombre: duro poco / y es enorme la noche. / Pero miro hacia arriba: / las estrellas escriben. / Sin entender comprendo: / también soy escritura / y en este mismo instante / alguien me deletrea». Es enorme la noche, Diario, pero yo miro hacia arriba, intentando leer lo que las estrellas escriben, para intentar comprender (11:36:20).

lunes, 4 de mayo de 2015


4 de mayo de 2015. Lunes.
COLMADA DE PLENITUD
 
Madre Francisca, o madre excelsa. F: FotVi
 
-Pasado el día oficialmente mercantil de la madre, yo sigo celebrando el día personal y obligado de mi madre. Como cada día. La llevo en el recuerdo y en los labios; labios donde la pongo, diciéndola, con frecuencia. «¡Madre!», digo. Y, como el hueso de la cereza o el melocotón, y luego de haberla masticado, comido, exprimido durante toda mi vida, la encuentro todavía dulce y hermosamente amarga; es decir, madre almendra, almendra total. Murió con todo su ser de madre todavía y un poco de cuerpo y sonrisa (irónica) apenas. Bien mirado, y pareciendo tan poca cosa, era todo el universo, con todas sus verdades y misterios, y dilatándose siempre, enfebrecida por darse siempre. Y, habiéndolo dado todo, murió, sin embargo, colmada de plenitud. En su vejez (99 años y unos meses), apenas había ya cuerpo en ella; pero seguía habiendo madre, madre excelsa; es lo que sucede a estas personas únicas y varias, y memorables. Rezaba y rezaba («Seis rosarios y lo suelto», decía, al día) y casi nunca por ella; también daba los rezos, como había dado los ojos, las manos, los pasos, la vida. Y aun las lágrimas. Cuando murió su hijo Javi, su predilecto, pudo decir, con todo amor: «Ya no me quedan lágrimas para llorar». Y quedó llorando por dentro, donde las lágrimas arden. Y sin nada, murió rica, Diario; es decir, murió con todo lo que había dado. Gran riqueza la suya (20:15:04).

viernes, 1 de mayo de 2015


1 de mayo de 2015. Viernes.
CON ESTRÍAS BLANCAS DEL YESO
 
Mar laborioso, incesante, múltiple. Mar Menor. Los Alcázares. F: FotVi
 
-Aunque a veces saltara por los aires, de mi padre recuerdo, sobre todo, su bondad innata y sus manos grandes, como hechas de paz y dunas, con estrías blancas del yeso. Era albañil, como mi madre lavandera, y, con majestad de virtuoso (sin serlo), hacía acordes llenos y puros en la guitarra, como de lluvia cayendo, torrenciales. Era una caída bella de música y ritmo, la lluvia de sus acordes. Madre, por el contrario, tenía las manos más lisas y claras, y oficiaban mejor el tacto de la ternura. (En mis dos hermanos enfermos, sobre todo). No obstante haber sido tallada en dureza, era tierna sin embargo mi madre, como una roca con alma de cerezo y silencio, y pan. Un día le dije a mi padre: «¿Cómo es el mar?» Y extendió la  mano y la abrió, y dijo: «Así: el mar es plano y con olas». (Ya he dicho que tenía estrías blancas del yeso). Y siguió: «Sólo que más grande; el mar es mucho más grande, como el cielo, y tan azul». Y calló; y miró al infinito, y quedó paladeando sus palabras, soñador, repitiendo en sus ojos el mar que había descubierto en la mili. Allá, en Barcelona. Él, mirando al infinito, y yo, absorto en la contemplación de su mano abierta, dilatada, con destellos de fantasía. «¡El mar!» Y, cuando años más tarde lo vi, no sólo vi el mar, sino la mano de mi padre enorme, abundante, celeste, con estrías blancas de yeso (la espuma); y me dije: mano ruda de albañil el mar. El mar laborioso, incesante, múltiple. Hoy, día del trabajador, he ido al mar, Diario, y lo he mirado, y me ha devuelto a mis recuerdos, aquellos en los que me fui haciendo persona, ensoñación, fe, y el ahora que entonces era mañana (21:15:50).

jueves, 30 de abril de 2015


30 de abril de 2015. Jueves.
INSPIRAR
 
Belleza diciéndose en silencio, en el jardín. F: FotVi
 
-Se me ha aparecido Dios y no me ha dicho nada, dijo el sabio. Y es que -siguió el sabio- Dios no dice, no habla, sólo inspira. Como la palabra oculta inspira al poema y este al poeta, así Dios inspira en el interior, donde el alma y los sentimientos, donde anda el incendio sublime del silencio que escucha. Y seguía el sabio: Si prestas oído a tu silencio interior, oirás lo trascendente, que, sin decirse, se oye, y que sólo lo percibe quien desea escuchar. ¡Escuchar lo que no suena, pero está! ¿Que por qué digo esto? Seguramente porque últimamente oigo menos mi interior y me doy más a escuchar la palabrería de mis alrededores, palabrería que dice cosas sin decir, o con mucho ruido, y con pocas nueces. Trompetería, en todo caso, diabólica, que exuda baba de lobo, y vileza. Cosas tontas, aunque se llamen intelectuales; o «alíricas», aunque se estampillen como poéticas; o atadas a lo políticamente correcto, aunque se revistan de libre expresión. Y concluyó el sabio: «Me retiro a mi interior, donde estoy yo, sin mentiras, tal cual soy, tan libre allí, tan todo, y de todo», y se fue, y ya no estuvo, no lo vi, aunque lo sentía. Estas y otras cosas me dijo el sabio, Diario; cosas que iré refiriendo en silencio, para que se oigan más (20:37:30).

miércoles, 29 de abril de 2015


29 de abril de 2015. Miércoles.
INFIERNOS
 
Frágil vuelo de vida, en el jardín. F: FotVi
 
-Lo he intentado como Dante y no he sido capaz de entrar en el infierno. Ahora los infiernos los producen a la par el hombre y la naturaleza. Terribles. Hay infiernos yihadistas (islamistas) sin piedad e infiernos causados por devastadoras catástrofes naturales, igualmente inmisericordes, iconoclastas (dantescos, decimos). Los fanáticos del Corán rebanan cuellos y ejecutan a la historia, destruyéndola; los otros, arruinan ciudades y borran culturas. Infiernos similares, aunque remediable el primero e inexorable el segundo. En Nepal, bajo tierra, se ha dejado oír el infierno, un infierno letal, sísmico, imprevisible, con voces de muerte. Muere el hombre, Diario, para renacer de nuevo; o el misterio de la vida y de la muerte, y de la resurrección (21:01:11).

lunes, 27 de abril de 2015


27 de abril de 2015. Lunes.
EL MILAGRO DE LOS SONIDOS INTELIGENTES
 
Bel canto, desde el jardín. F: FotVi
 
-Las palabras deben (o debieran) servir para entenderse. Cualquier lenguaje, aun el expresado en jeroglíficos, ha tenido por fin siempre decir cosas y que éstas fueran entendidas. Decir cosas, o el milagro de los sonidos inteligentes. Ahora mismo oigo a un pájaro cantar, desaforado, como revestido de una cierta locura, y pienso que quizá sea su jeroglífico o escritura musical con la que me quiera decir «¡estoy enamorado!» Canta el pájaro y trata así de revelarse, de decirse desde dentro, de decirme tengo un latido, tal vez un sentimiento, decirme: «¡vivo!» No me explico el canto del pájaro para no decir nada, extasiarse en una música tan ingente sin significado. El lenguaje de los pájaros es un lenguaje universal; en él siempre se entienden la lindura y la alegría, y la comunión con la naturaleza. Y desde siglos, se expresan con el mismo pentagrama lleno de las mismas o parecidas notas musicales. Hay música en el trino de los pájaros, un lenguaje hecho de bel canto, excelso casi siempre, y se entiende. Y por supuesto, un lenguaje universal es mejor que otro de claustro y argot, aunque sea joya y luz del pasado, arqueología lingüística; pues, como decía Alfonso Reyes, escritor mexicano: «Si a los cultos estuviera confiado dar el aliento a los idiomas, todavía estaríamos hablando en latín». Sería hermoso, pero no práctico. No práctico ahora, en este punto de la Historia. Una joya sólo se entiende o en el irradiar luminoso del cuerpo de una bella dama o en el sancta sanctorum, oscuro, de una caja fuerte, lugar siempre de noche y miedos. Lo universal es dilación, acorde, galaxias; lo particular es confidencia, susurro, quizá una íntima y bella confesión, pero nada más, o nada menos. Se me hace cuesta arriba, un Everest, pensar que alguien hable para que no le entiendan, o le entiendan poco, o mal. Si digo «paz», Garicano (entrenador del Sociedad Deportiva Éibar), me entienden millones de oyentes; pero si digo «baké», sólo unos pocos cientos, a los que deseo paz (baké) y no «guda» (guerra). A veces, las lenguas, Diario, nos confunden y alejan, cuando debieran ser lugar de encuentros, con la pipa de la paz (baké) siempre de por medio, y encendida  (19:45:42).

sábado, 25 de abril de 2015


25 de abril de 2015. Sábado.
CON LA BOCA HECHA AGUA
 
Ejerciendo de luz, humilde, en el jardín. F: FotVi
 
-Hay quienes (un servidor entre los quienes), tras contemplar algo deleitoso, como -ejemplo- un trozo de pan mojado en aceite y rociado de sal, o un gajo de naranja, con sed, solemos decir: «¡Se me hace la boca agua!»; sin pudor lo solemos decir, y sorbemos con deleite la gloria del bocado, que queda sólo en saliva romántica, soñadora, o saliva salivándose. Se «resaliva» la saliva en la boca y, en la saliva salivada, se «regusta» lo aún no gustado. Es un milagro gástrico, emocional, tal vez intelectual. Contemplada la justicia, es fruto que nos invita a morder en ella, en su exquisito aspecto, en su olor y presencia, y solemos celebrarla aunque no la hayamos ejercido (catado) nunca. «¡Ah, la justicia!», y se nos hace la boca agua. Se nos ríen los huesos y hacemos loas encendidas de la virtud, que, sin embargo, quizá, no practicamos. Ser justo no se estila mucho, aunque sí celebrar que exista y se puedan decir bondades de ella. Cualquier ideología, filosofía, u ONG sentimental que se precie, dice bien y hace elogios de la justicia, denunciando a la vez la injusticia, esa mueca terrible de nuestra sociedad seminconsciente y vacía, vivalavirgen. La justicia es bocado dulcísimo, pues, en boca de cualquier sensibilidad, pero más en boca del adulón o demagogo, del mago de la pirotecnia engañabobos. (¿Por qué me da ahora por pensar en políticos, intelectuales, algún eclesiástico, y, en general, toda la alfombra roja por donde pasa, solemne y brava, y aun lírica, a veces, la progresía?) ¿Y Juan Goytisolo? Tan breve fue su discurso en la entrega del Premio Cervantes, que sólo se le notó su amor por la justicia (quizá); y su encono por casi todo lo demás (también). Dolido este hombre, trasmite dolor; herido este hombre, destila heridas sin cicatrizar. Destapa «un panorama sombrío», pero no veo que se implique en encender alguna luz que despeje estas sombras; la luz (quizá) la encienda (sólo luz de cerilla tal vez, pero luz) una monjita en Nigeria o un voluntario en Eritrea, defendiendo la justicia allí donde ejerce la injusticia. Implicándose, enredándose, haciéndose un lío con el sufrimiento, no sólo denunciarlo, allí donde duele. El poeta chileno Huidobro, en su poema Balada de lo que no vuelve, decía: «Disparad contra mí vuestros dardos / Vengad en mí vuestras angustias / Vengad en mí vuestros fracasos / Yo soy invulnerable…». Al estilo de aquel de la cruz, Huidobro se implicaba. Ante estos versos, Diario, se me hace agua la boca de la fe en el ser humano; en el hombre y la mujer que denuncian dándose, implicándose, siendo cruz en la cruz (21:06:30).

jueves, 23 de abril de 2015


23 de abril de 2015. Jueves.
EL LIBRO
 
Día del Libro, en mi Biblioteca, que no es la de Alejandría. F : FotVi
 
-Vino el Libro y me dijo: «Ven, ayúdame a leerme». El Libro, que no sabía leer, me lo decía con letras en los ojos, letras como de lágrimas heladas dejadas sobre el papel. Que así son las letras, como lágrimas heladas de las cosas, de la vida, del mundo, lágrimas que se hacen libro. No son nada de mosca; es decir, excrementitos de insecto; sino lágrimas. Leer un libro es recuperarlo de sí mismo, de su pesadilla de libro enclaustrado en una biblioteca, quizá, aunque sea la de Alejandría, o la de Babel. Hoy, Día del Libro, comprar un libro es darle una alegría al librero y al autor del libro. A la Industria del Libro. Tantos euros y lo compras; y reluce en tus manos el libro entonces, como el agua del mar o la plata de la luna, o la belleza y el bien, y sus antítesis lo feo y lo malo. Todo lo que es vida y ensoñación, y miles de pájaros volando. Pero, si lo compras o lo posees, haz un silencio y óyelo, oye lo que te dice el libro, ese libro que tienes en las manos y te mira; quizá te diga lo que a mí: «Ayúdame a leerme». No lo dejes, Diario, ayúdale a leerse, te revelará cosas, hermosas, te dirá sus silencios, donde andan todas las verdades (21:09:53).

miércoles, 22 de abril de 2015


22 de abril de 2015. Miércoles.
TIERRA BESADA
 
Maternal tierra, en el jardín. F: FotVi
 
-Si nunca has besado la tierra, hazlo, sentirás cómo late. Y besa; la tierra besa, devuelve besos. Ruborizado, su beso es húmedo, mineral, tremendo, sabe a algo parecido a carne de algo que parece carne de madre. Aquella carne de labio que yo besaba de niño y que ahora es mi gozo, en el recuerdo. Besando la tierra, vuelvo a otros besos; a aquellos de mi niñez, intensa, jugosa (de juegos), lenta y veloz, con altibajos de esperanza, hoy se comía, mañana, menos, y el baño en el río, y la escuela, donde, como mi padre de yeso (era albañil), yo me ungía de tinta, o de tiza, y de números y mares, con algún palmetazo en la mano dudosa, esquiva, que me daba el maestro. Besar la tierra y morderla, para, saboreándola, respetarla. Si nunca has besado la tierra, hazlo, sentirás cómo sufre. Y muere; va muriendo, como el ave untada de petróleo, como el delfín en una red de arrastre, como la ciudad vestida con el sayal negro de la contaminación. Besa y muerde la tierra para que las sientas viva, ahora que todavía es tiempo, ahora que «un viento de Dios aún aletea por encima de sus aguas». (Génesis). Si nunca has besado la tierra, hazlo, sentirás su llanto, su pavor de morirse. Si nunca has besado la tierra con amor, Diario, hazlo, para que no se nos muera de tristeza y dejadez, y vuelva a sentirse estimada y tierra madre de nuevo, hoy, día de la Tierra  (19:37:27).

martes, 21 de abril de 2015


21 de abril de 2015. Martes.
LA ESCUELA
 
El mar, en la mar.. F: FotVi
 
-La escuela; y un niño (13 años), que mata. Vamos de tragedia en tragedia, o el juego de la oca de la impiedad y de la muerte. Título: Sociedad (la nuestra) herida de muerte. A cada tragedia, sucede la lógica y nerviosa conmoción o sacudida social inmediata. Pero la vibración, el temblor horrorizado que causa la tragedia, sólo dura mientras nos alcanza el miedo; luego, pasada la página, la del olvido, se decide no hacer nada; o seguir viviendo en los mismos egoísmos y errores que fueron origen de la tragedia. Sostenía Alexis Carrel (médico y Premio Nobel francés) la imposibilidad de «educar niños al por mayor». Aulas atestadas, donde por lo visto se contagia todo (parásitos, insolencia, acoso), menos la sabiduría y la insustituible otra ciencia de la instrucción en los bienes éticos y sociales, que apenas se estilan. La ciencia suele llegar a causa del profesor, pero no la desfachatez y la necedad, y el dislate moral en aulas con una selva dentro, cargadas de electricidad maleducada. Seguía el Nobel francés: «La escuela no puede ser el sustituto de la educación individual». La escuela no puede sustituir en la formación del niño a la familia, donde el niño es más uno, más él, más centro de atención, con nombre y apellidos propios, exclusivo. Sin mimos, el niño, en la familia, debe sentir más cerca el amor, la piedad, la palabra que ayuda, el gesto amable y también la corrección serena, la dulce, pero eficaz, enmienda. Luego la escuela completa, ordena el puzle, hace la maravilla; es decir, acaba al hombre. En su obra El libro de los abrazos, Eduardo Galeano narra la historia de un padre (Santiago Kovadloff) que lleva a su hijo Diego a descubrir la mar. Y «después de mucho caminar -cuenta-, la mar estallo ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor que el niño quedo mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre; -¡Ayúdame a mirar!» La escuela de la mar estaba allí, tendida, dilatada, voceando belleza; pero quien podía ayudar a mirarla, a llevar la mar a los ojos del niño, a hacerle saber su hermosura, Diario, era el padre, y nadie más; o alguien como el padre (20:38:34).