31 de julio de 2017.
Lunes.
LA
BARCA DE CARONTE
Polvo de estrellas, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Dejo atrás la Torre y
me precipito en el horno de Murcia, en el que me aso como un sorprendido pastel
de carne. Pero es igual: dejo atrás un mes bello y reparador, con Candela y la
familia, y visitas a los amigos. Y caminatas muy de mañana hacia el mar, donde
sorprendía al sol despertando y abriendo uno a uno los registros de su afanosa plenitud.
Dejo el mar y me vengo al infierno de Dante, sin un Virgilio que me guíe ni una
Beatriz que me salve. Al llegar a Murcia, ha volcado la barca de Caronte y ando
por un lago de aguas hirvientes, aunque llevaderas con aire acondicionado. Y
ahí estamos: entre el calor y la tormenta devastadora, consumiendo días y
acontecimientos, algunos chuscos y otros trágicos. Entre los trágicos, está la muerte
del bebé Charlie Gard, no en brazos de sus padres, como hubiera sido lo lógico
y amoroso, sino un lugar de cuidados paliativos desconocido y de color blanco
sudario, según la ley. Las leyes, a veces, parecen mordidas y posteriormente
regurgitadas por el diablo, para castigo (y vergüenza) de los mortales. Leyes
que no apuestan por la vida, sino por la muerte. Como se ve, leyes obscenas y sórdidas
que atacan a lo más noble y tierno de la condición humana: el derecho de un
bebé a morir en brazos de su madre, o el de una madre a darle el último aliento
a su hijo. Tal, Diario, como un beso de Dios (19:22:48).