27 de diciembre de
2017. Miércoles.
ASOMBRADAS
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Atardecer, esta tarde, desde mi octavo piso. En Murcia. F: FotVi |
-Últimamente me he
dedicado a fotografiar atardeceres. Me asomo al balcón, y, desde una altura de
ocho pisos, miro al poniente y allí contemplo cómo se caen los colores de la
paleta de Candela y lo embadurnan todo de rojos, naranjas, azules, morados,
fucsias, negros, amarillos de color limón, y belleza. Se desangra el cielo de
discreta hermosura. Como con pinceladas de Velázquez o Dalí, o del Greco y
Picasso. Pinceladas, en todo caso, celestes, me digo; y entonces, miro más
arriba, al cielo infinito. Y siempre hay una paloma que lo cruza rauda, como un
aleteo de paz, como una línea blanca de un bello dibujo en el azul inmaculado. Al
atardecer, miro al cielo y luego bajo los ojos y los pongo en el suelo, donde
casi todo es gris y turbio, azaroso y perturbador. Huracanes en Filipinas, que
matan y destruyen; golpe de humor en Cataluña, con el advenimiento de una nueva
comunidad independiente dentro de la misma Cataluña, que se llamaría con el
nombre operístico y bufo de Tabarnia, resueltamente cachonda, en su acepción de
divertida y bromista; revueltas en Perú, por la amnistía a un depredador de
vidas humanas, Fujimuri, que ha pedido perdón, sin convencer; y llega Bruno, no
el santo de Bolonia, sino el temporal “de escarchas polares y nieve”, como lo
describe Raúl del Pozo, en el Mundo, y que de norte a sur azota a España, salvo
al sureste, donde el sol es un rey, coronado e inclemente. Y perverso, a veces.
Yo, cuando me aburro o me duele ver la tierra herida, mancillada, me refugio en
la contemplación de la naturaleza, y la fotografío, la detengo, para
inmortalizar el instante de placer que me proporciona observarla y hacer así que,
librándome de otros horrores y calamidades, perdure feliz en mis retinas,
asombradas (12:10:47).