3 de octubre de
2018. Miércoles.
OJOS
ABIERTOS
Luz, libro y gafas, o poder leer. En Murcia. F: FotVi |
-Ayer mañana, antes de
ir al oftalmólogo (revisión), leía estos inquietantes y bellos versos de
Claribel Alegría, poeta nicaragüense: «Quiero entrar a la muerte / con los ojos abiertos». Los ojos
abiertos, por donde entran el mundo y sus cosas, sus ensoñaciones y terrores, los
libros y los poemas. Me aterra la oscuridad de Borges, por el hecho de no poder
llegar al poema por sus propios ojos; sus ojos ciegos, sin luz que lo guiara en
sus lecturas. Solo de oídas podía ver un poema, escudriñarlo, amarlo. Primero
un poema se gusta con los ojos, y luego se pasa a la mente, y al corazón, y
allí se hace gorrión que canta o áloe que huele a pureza y a limón. Los ojos, ese
don con el que parpadeamos todavía medio dormidos y, ya despiertos, contemplamos
todo con asombro y niñez, y de la mano de la imaginación. Pues fui al médico y
me examinó los ojos, me los limpió de telarañas, o eso intentó, y me recomendó
comer naranjas, kiwi y patatas, aparte de otros frutos más exóticos, como
espinacas, maíz dulce hervido, o lo que es lo mismo, alimentos con luteína y
zeaxantina, sustancias estas que protegen nuestros ojos de los rayos solares. Ahora
me toca mirar a través de las pastillas: ya te diré, Diario, si va mejor. Creo
que sí; como dice el poeta: sin desfallecer, «hay que esperar en la esperanza» (18:06:25).