5 de marzo de 2019. Martes.
FATIGA ENAMORADA
Fuente que mana y corre, en Colonia. Alemania. F: FotVi |
-Ayer, se me pasó por
alto que me acosté domingo y me deserté lunes. Fue un lapsus remediable: creí
hallarme en martes cuando estaba en lunes. Es decir, hoy, martes, me he encontrado
con un día más en mi haber, y he respirado agradecido. ¡Un día más!, me he
dicho. Pero el salmo me hecho recapacitar y bajarme los humos, pues dice: «Aunque
uno viva setenta años, y el más robusto ochenta –y digo yo, ochenta y cinco o
noventa–, la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan». Es
un salmo triste, de una melancolía deprimida. Y no hay que ser tan negativo. La
vida es verdad que es «fatiga», pero no inútil: de toda fatiga puede nacer un
bien, una obra de arte: un tapiz, una escultura, una caricia de madre, un poema.
La vida es fatiga, pero, parafraseando a Quevedo, fatiga enamorada. No hay
fatiga inútil, si se hace por amor. Como dice San Pablo, lo
frágil, lo débil, lo quebradizo, con la gracia, se hacen fortaleza, nervio, fibra. Lo que
aporta el Evangelio al Antiguo Testamento es lozanía, juventud, el verdor de su
lenguaje. Lenguaje que alegra la pobreza, y da esperanza a la lucha por la
justicia, y hace risa el llanto, y hace olvidar el hambre a quien lo sufre. Por
eso San Juan de la Cruz puede decir: «¡Qué bien sé yo la fuente que mana y
corre, / aunque es de noche!». La noche, o el momento de la búsqueda. Porque la
fuente –Dios–, aunque no se vea, se oye manar y correr, en su lenguaje de agua;
agua, Diario, que calma toda sed, de ahí la razón del rastreo de «aquella
eterna fuente (que) está escondida»; escondida pero fluyendo, como un latido, enamorado (18:32:41).