domingo, 17 de febrero de 2019

16 de febrero de 2019. Sábado.
LOS SILENCIOS Y EL ALMA

Silencio de luz, en el ocaso, en Murcia. F. FotVi

-Si no sé decir amén, o me cuesta mucho bajar de mi soberbia y decirlo, se me escapa el final de todo diálogo con Dios, con el que hablo –y discrepo, a veces–cuando rezo. Dialogar –o discrepar– con Dios es poner palabras –y fe– donde solo hay silencios. ¡Silencios clamorosos, sin embargo! O es poner los silencios de Dios donde solo hay contemplación. En la contemplación se omiten las palabras y se abre el tiempo de la mirada interior, donde se habla también con silencios, porque, como dice San Juan de la cruz, el amor al que hablas «es un amor silencioso». O esto otro: «Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y esta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída por el alma». Y el profeta Isaías: «Verdaderamente tú eres un Dios escondido». Tan escondido que solo se le oye hablar en los elocuentes y fecundos mutismos de los silencios del alma. Los silencios y el alma, en la contemplación, decía Plotino, se tocan, se complementan. Un silencio sublime es la muerte por amor. Como la del padre misionero salesiano Antonio César, tiroteado por un grupo yihadista en Burkina Faso. Es hermoso morir y decir amén, Diario, por este silencio de Dios, que tanto dice a las almas puras y luminosas, y que tanto anima a seguir al crucificado hasta su cruz. Amén. Sí (17:59:07).

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