viernes, 15 de febrero de 2019

15 de febrero de 2019. Viernes.
EL JUEGO DE LAS LUCES

Sin flores, no hay jardín. En Liubliana, Eslovenia. F. FotVi

-Un servidor, cuando tarda en dormirse, cuenta las luces que van y vienen en la oscuridad. Un servidor cuenta luces, no corderitos. Cuenta las luces una a una, y les pone nombre: esta es Blanquita, aquella otra, Añil, la de más allá, Rosácea, hasta que las cansa, y, una vez cansadas, acaban por rendirse y me propician el sueño. Es un placer dormir tras esa batalla de luces y números, de destellos y metáforas. Y, al despertar, la luz me envuelve y me deja andar y pensar, y vivir. Como diría Jorge Guillén: «La luz quiere más luz, / Más cristal, más nivel, / Formas de prontitud». Y esta mañana, con la luz gris del día en los ojos, la gran noticia: elecciones el 28 de abril, como un acontecimiento primaveral. Como el pescador piensa en el pez enorme al que podrá vencer en la lucha por dominarlo, ya estoy pensando en mi papeleta, que podrá dar o quitar un triunfo. Lo decía mi madre: «Yo siempre voto, mi voto puede ser decisivo». Y, sin poder, cogida a mi brazo, íbamos a votar. El voto es la luz –«cristal, nivel, prontitud», como dice Guillén– de la democracia. Me duermo con el juego de las luces y me despierto con la otra luz, la del voto, o el esplendor del poder decidir. Una vez más, Diario, se abre el juego de las luces en el votante, y el de las mentiras en el que es votado. Aquel que mejor lo haga, mentir, se llevará el gato escurridizo y suave al agua, al agua de su vanidad. Y a lo mejor sale bien (18:39:44).

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