20 de marzo de 2021. Sábado.
EL PERRITO CANICHE
EL PERRITO CANICHE
-Noche lluviosa, con abundancia de gotas y dulces sueños. He comprobado
que, cuando no oigo las noticias de la noche en la tele, duermo mejor, uniendo así
mi sueño a la paz de la sábana que me cubre. Es un sueño de zureo de paloma, de
vuelo de gorrión. Alegre y acompasado, casi frutal. (Ah, el recuerdo del hueso del
melocotón en la boca). Porque ver a Pablo Iglesias antes de acostarme, subido al
decibelio y echando odio por el colmillo –le gotea–, es deprimente. E
irritante, no solo por lo que me da, sino por lo que me quita. Me quita la paz
y, al tiempo, me afila los bajos instintos de la rabia, que he de calmar
tocando la cruz, imitando de este modo –tan bello– las costumbres de mi madre. Mi
madre, que vivió la guerra, y al final, en su corazón, hizo la paz para siempre
«con unos y con otros», decía. Pablo Iglesias, entre otras cosas, ha acusado de
«delincuentes» y «criminales» a media España, enrabietado como el perrito
caniche, con moña, que, desde la correa de su dueña, ladra a todo lo que se
mueve a su alrededor. Prefiero ver, oír o leer al papa Francisco, que en Irak
ha dicho esto tan justo y grato, tan alentador: «La fraternidad es más fuerte
que el fratricidio, la esperanza más fuerte que la muerte». Y de su encuentro
con el gran ayatolá chiita Alí Al Sistani, con la sencillez de un discípulo, dijo:
«Es un hombre humilde y sabio, a mí me hizo bien al alma su encuentro…Es una
luz». Desde la humildad, Diario, se llega antes al abrazo que desde la
arrogancia; arrogancia que siempre es estupidez, pisada en el barro, decadencia espiritual
(12:14:21).