16 de marzo de 2021. Martes.
JOYA DE ÁMBAR
JOYA DE ÁMBAR
-A la corona del Gobierno del Reino de España se le ha caído una joya de
ámbar, cuya cualidad específica es que flota en el agua. Como los
nenúfares. La joya desprendida de esta corona tiene un nombre, y, como el
Diamante de Hope, es única, pero sobre ella pesa una maldición: que todo aquel
que la posea sufrirá una muerte trágica, además de otras desgracias. La joya,
al caer, como un papel inseguro, oscilante, se ha posado en Madrid, y la
tragedia acecha, no a la joya, sino a la ciudad. «Es hora de mirar el dedo que
señala a la luna», ha dicho el dedo, y, olvidando a la luna, ha quedado
extasiado contemplando su propia adolescente manera de actuar. Es un copo de
nieve caído en el desierto del Sahara, que asombra, pero que muere al final, hecho
gota de humedad en sus labios resecos. O el peón del poema de Cavafis en el ajedrez, que
sorteando dificultades, como a los alfiles, a los caballos, a las torres, llega a la
línea final. Y dice Cavafis, poeta griego: «¡Qué triunfante llega allí, / a la
terrible línea final! / ¡De qué buen grado su propia muerte alcanza!» Esta joya
caída del Gobierno, tiene un nombre, se llama Pablo Iglesias Turrión, y asombra
su capacidad –con Sánchez– de destruir todo lo que toca, como si, en el yunque
de la política, machacara valiosas cerámicas antiguas. Con el salmo 38
grito a Dios: «¡Señor, no me dejes solo! / Dios y Salvador mío, ¡ven pronto en
mi ayuda!» Es mi grito de confuso y abatido votante, mientras miro a la luna, evitando el dedo intrigante, Diario, que intenta distraerme (13:00:36).
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