12 de junio de 2021. Sábado.
ARABESCOS EN EL CIELO
ARABESCOS EN EL CIELO
-Miro al cielo –suelo hacerlo con asiduidad– y veo a los vencejos, graciosos
y libres, dibujando arabescos en el cielo, con sus vuelos de tinta china. Pintan su
libertad majestuosa, sin complejos y con la alegría de hacerlo, volando. Rasgan
el azul, y vuelan. No especulan: van, dónde, y como quieren, y solo dan cuenta
de sus actos a su instinto. Ellos no lloran, pero vuelan, como el ser humano en
sus sueños. Dios les dijo: «Volad», y ellos obedecen sin cesar. Saben que
viven, pero no que mueren. Viven su existir en plenitud, sin sílabas que digan
esclavitud, o mentira, o memoria histórica, o magnanimidad, o derechas e
izquierdas, o interés, o qué lengua hablas; ellos solo entienden el lenguaje
del canto, y con ese modo de hablar, tan sencillo y armonioso, recorren miles
de kilómetros, sin fronteras y sin fielatos que los detengan. Viven
aproximadamente 20 años, siempre volando, salvo cuando se detienen –2 meses al
año–, para criar y calentar el nido, y así aman, sin decirlo. Saben que aman, porque
cuidan de sus crías, hasta que éstas, en la escuela del nido, aprenden a volar,
y a ser libres; pero no lo dicen, sólo lo cantan. Saben el lenguaje musical y
universal de los pájaros, y, con este modo de hablar, tan orquestal, tan de vals, van
de norte a sur, de este a oeste, y, sin plantar, comen, y, sin saber escribir,
garabatean en el cielo –esté cubierto o con sol– las palabras «paz», «libertad»,
«amor», «amistad», «Dios». Esto último lo dicen bajito para no molestar a los
incrédulos, a los que, sin saberlo, creen en Dios, pues lo tienen en la boca a
cada instante como blasfemia o maldición, o como escarnio. Sólo les encuentro
un defecto, Diario, que no sepan usar el papel para escribir, saben garabatear, pero no escribir en hojas de libro ni leer, y, con el paso del verano, todo lo que hacen, queda en el olvido. Pero,
sin saberlo ellos, yo lo escribo, para que permanezca y la gente sencilla lo sepa, y, si les parece, lo imiten (12:35:34).