27 de mayo de 2021. Jueves.
GRACIAS
GRACIAS
-Día nublado, triste, pero no feo; como si hubiera dejado encendidas, en
la noche, las luces de posición. Apenas veo vencejos en el cielo; andarán más
arriba de las nubes, volando por sus mundos inéditos, ignotos. Sí veo palomas
que van y vienen, zureando, seduciendo al día. Y gorriones, tan modestos y con
tanta viveza en sus movimientos, que apenas dejan ver su gracia; gracia
quebradiza, como de cristal, cerámica hermosa. Las rosas, en el jardín,
murieron; pero ya se vislumbran otras nuevas que darán esplendor, y lindeza, al
paisaje. Ante tanta originalidad, e inspiración, se me llena la boca con una
palabra, que, en el sacramento, también es Eucaristía: «Gracias». Con una
diferencia: en la eucaristía –misterio–, el pan y el vino son Dios: si lo
comes, masticas a Dios, te nutres de Dios; en la belleza de las cosas, sin
embargo, Dios solo está, sin ser el objeto. El objeto, en este caso, es sólo reflejo,
deletreo, balbuceo de Dios. A cada paso que doy, a cada mirada, cada vez que
pongo los dedos en el ordenador y escribo, cuando rezo, cuando leo, cuando me
equivoco y rectifico, cuando muerdo el pan y bebo el agua, cuando lloro –tantas
veces–, cuando río –más–, cuando soy tibio –«ateo en potencia»– o ardiente y me
apasiono, cuando dudo y, al poco, digo creo, a cada instante, a cada impulso, a
cada toque de sombra que se hace luz, me viene a los labios la palabra gracias,
porque como diría Octavio Paz: «Todo es Presencia», cercanía de Dios, todo es como
una «encarnación de Dios, cuya marca es la belleza». (Simone Weil). En todo, Diario,
está él, abrigando la belleza, como su origen (11:49:59).
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