28 de noviembre de
2021. Domingo.
NUESTRA JUSTICIA
NUESTRA JUSTICIA
-La liturgia es un protocolo o regla ceremonial que ordena, para el
cristiano, los tiempos de la oración y sus ritmos. Y en este ir y venir de
tiempos y ritmos, ha tocado celebrar el adviento; es decir, tiempo este de
expectación, de inquieta esperanza, de mirada hacia el porvenir, que acabará en
una llegada, un advenimiento, un arribo. La Navidad es eso: el arribo de Dios a
nuestra tierra: vendrá y acampará entre nosotros, será empadronado uno de los
nuestros. Vivirá puerta con puerta con el ser humano. Detrás de la puerta de la
carpintería. San Juan lo dice: acampar; o poner su Morada entre nosotros,
encarnarse, revestirse de carne frágil, de humanidad: tomar la debilidad como
vestimenta e ir camuflado así de indigente que alarga la mano y pide, a tu puerta.
¿Y para qué? Para enseñarnos a amar. Sólo se puede amar desde la debilidad.
Todo «te amo» es un himno a la rendición o docilidad libre de la voluntad. Es
un gozoso decir: «Dispón de mí». El cristiano, pues, se prepara para este
acontecimiento; nada menos que para dejarse ilustrar en el aprendizaje del
amor. Dios, que es amor, nos quiere advertir: «Esto es el amor, y así se ama».
Hoy, primer domingo de adviento, se nos indica el primer paso a dar: el paso de
la vigilancia. «Mirad, vigilad, no sabéis cuándo». El cuándo es en qué momento llega el amor: «si al atardecer, o a
medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer». Porque puede que llegue «de
improviso, y nos encuentre dormidos» (Mc 13, 33-35). Vivir en adviento es
hacerlo en vigilancia, sin el descuido del letargo, del entumecimiento, con la
atención como brasa encendida, quemándonos. Porque llegan tiempos de amor y de
justicia, y es necesario estar preparados; como la hormiga adivina un rayo de
sol y sale a ver qué halla para la despensa del hormiguero, así nosotros, esperando
el rayo del Amor que nace, como dice Jeremías, en «Dios-nuestra-justicia»; y a la puerta de nuestra casa, Diario, el Amor –la Justicia– nos espera (12:03:10).