24 de noviembre de 2021. Miércoles.
DONDE TIRITA EL
FRÍO
-Ya se ha presentado el frío y nos señala con su dedo aterido –largo,
descarnado– que llega el invierno. El invierno es como un hueso mondo, que parece
señalar siempre los polos, donde tirita el frío. Como repliega a las sombras, el
calor consigue que se repliegue el frío. Un alma fría, sin embargo, hace que el
corazón sea un témpano y gotee desafecto, incluso antipatía. Esta es la razón
por la que intento tener caliente el alma, para que inflame –arda– mi corazón. Dice
el escritor turco Mahmet Murat: «Cuando el invierno en tu alma coincide con el
invierno de la naturaleza, entonces es cuando sientes realmente el frío». Es
esta la razón por la que conviene calentar el alma: la oración, el acto de
caridad humilde, la mirada amable, incendian, alejan el frío, lo
gélido de la naturaleza, que no perdona. Aunque, a veces, sea mejor ser frío, como
dice el Apocalipsis, que indiferente: «Ojalá fueses frío o caliente. Pero
cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca». Esto es lo
decía San Juan en el Apocalipsis a la iglesia de Laodicea; y una iglesia con una
vida espiritual frágil, etérea, sin compromiso por el evangelio, sin cruz ni
resurrección, con solo palabras y molicie, con solo dormición y bostezo, es vomitada, Diario, devuelta a la mediocridad, a la intemperie de la vida sin Dios,
donde aguarda la soledad más extrema: el desamor más frío (13:07:53).
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