19 de junio de 2022. Domingo.
LA ESPIGA Y EL RACIMO
LA ESPIGA Y EL RACIMO
-El pan y el vino: o el alimento y la fiesta. Corpus Christi. «Esto es
mi cuerpo; éste es el cáliz de mi sangre», dijo el Señor, y fue su testamento, rubricado,
antes de irse, con la sangre de la cruz. Jesús no lo escribió, solo lo dijo y
quedó en la memoria de los suyos, ligado a su fe, para alegría de los que viven
la esperanza. Palabras estas que no son magia, sino aliento de Dios, que dan
vida y contenido sacramental a lo que antes fueran solo trigo y uva. «Esto», es
decir, «tú, pan, y tú, vino, sois carne –mi Carne–, y bebida –mi Sangre–, y todo
lo que Esto es os lo dejo como
herencia». Una herencia de pobres, pan y vino, y una mesa exigua, el altar, pero
celeste. Acontecimiento de amor. La espiga y el racimo, desgranados, molidos y
pisados, se unen en la masa y el lagar para ser viático y celebración: pan y
vino, comida con comensales. Puesta la mesa, los comensales comen el mismo pan
y beben el mismo vino de la unidad y del amor, y proclaman la muerte del Señor.
«Cada vez que coméis de este pan y bebéis de la copa –dice San Pablo–,
proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva». Es el recuerdo del amigo que
se va pero se queda en el rincón hermoso y tierno, bellísimo, del pan y del
vino, donde la presencia de Dios siempre late, escuchando, amando. Esta mañana,
tras la consagración, hemos dicho: «Este es el sacramento de nuestra fe», y yo,
Diario, he añadido: «Y de mi esperanza, y de mi amor», y emocionado, me he
acercado a recibirlo en mi boca, el otro sagrario de su permanencia entre
nosotros (12:31:04).