18 de abril de 2023. Martes.
SIN UN AY
-Duermo más que un sabio con una tiza haciendo ecuaciones en la pizarra.
Y, como toda flor que brota en el jardín, aun la más humilde, doy gracias a
Dios. Doy gracias por todo: por el sueño y por el despertar, por el llorar y el
reír, por el silencio y por el fragor de la tormenta, por haber arribado –sentido–
a Dios y haber evitado la desesperación. Y, además, ruego por los que no pueden
o les cuesta conciliar el sueño, por los sin luz en los ojos y por los ciegos
de espíritu, y por los que odian y no han gustado las dulzuras –las lamidas– del
amor, por los demasiado sensatos y por los que carecen de toda sensatez. Me
aterra la enfermedad, y más las raras e incurables, y suplico por los que las
padecen, porque tengan siempre una mano que acaricie su enfermedad y sobre todo
el lado sano de su corazón, por el que ríen y no se dejan vencer por la desesperanza.
Y con el poeta Carmelo Guillén, digo: «Que aprenda a descender con la humildad
del agua». La belleza de la rosa, Diario, está –hasta dormirse, sosegada y
tranquila, dulcemente–, en no saberse poseedora de tanta hermosura, y, si lo
sabe, se lo calla, hasta desvanecerse como el humo en el silencio de la muerte,
sin un ay (12:19:09).