10 de junio de 2015. Miércoles.
LLORÓ LA POESÍA
Lágrima de poesía, en el jardín. F: FotVi |
-Quiso ser un escritor original, distinto, no sólo absurdo (Esperando a Godot, S. Beckett), con un
ingenio exterminador y perverso, aunque sentimental, sino un diablillo de malos
instintos contra editoriales y bestseller, además. Proyectó, al modo de García Márquez, simplificar el idioma: fuera las letras b y v, o una u otra, y no
jugar a la falta de ortografía con las dos; fuera la j o la g, y la h, que, a pesar de tan silente, tan dada
es, cual piedrecita en el zapato, a incordiar. Y la tilde (´), abogada de
pronombres y adverbios, y delatora de diptongos que no lo son: día y utopía, por ejemplo. Él, el escritor, en un
primer momento, y por el afán ecologista del ahorro de papel (a menos papel,
más bosques floridos, se dijo) proyectaba la mutilación del lenguaje: menos
palabras, para libros más delgados. ¿Para qué sinónimos y antónimos? ¿Para qué
adjetivos y pronombres? ¿Para qué verbos irregulares y oraciones subordinadas o
secundarias? ¿Por qué decir «patata», si puede decirse «papa»? (¡Ay, mi
Canarias!) ¿U odontólogo y no dentista? Mutilar; en realidad, nuestro escritor
original lo que pretendía era implantar un a modo de «totalitarismo del
lenguaje», al igual que determinadas políticas, que se llaman utópicas y
aun progresistas, y a las que les cuesta admitir que a más ideas más donde elegir. Lo
otro es anorexia intelectual, cínica, con ínfulas de tiranía de pacotilla,
engreídas, torpes. Yo (pronombre) soy «yo», pero no mi «circunstancia», se dijo el
excluyente. Y, a la manera de Mosul o Hatra por el Estado Islámico, fue demolido
Ortega, devastado de un plumazo en su pensamiento. Dijo el excluyente: «Ser
original», y rompió la baraja, y la gramática, y el silencio ruidoso y
vigilante de las normas: podó, acortándolas, líneas de escritura y las llamó
versos, y a éstos, abatidos por la poda, los llamó poemas, y entonces fue,
Diario, cuando lloró la poesía (10:49:43).
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