1 de junio de 2015. Lunes.
DE PITOS
Mirlo enamorado, en el jardín. F: FotVi |
-Así como desde hace años no compro lotería, pues pienso que,
comprándola, me pudiera tocar, hoy, luego de la pitada en el Camp Nou (con la
carcasa de la sonrisa de Mas, cargada de estupidez y sólo andanada fofa toda ella,
como un pedo fatuo) me he comprado un pito o chifle para que, en la próxima
pitada o rechifla de los nacionalistas vascos y catalanes al Rey (¿de España?)
y al himno nacional, haya un pito menos, y, aunque no se note en el conjunto,
por lo menos que lo advierta yo, y me regodee con ello, y me sienta resarcido por
mí mismo en mi sensibilidad menoscabada, o así. «¡Ah, un pito menos!», me diría
yo, y me entrarían así ganas de no llorar. Aunque yo, en casos como éste, recomendaría
al Rey se llevara un mirlo, y enamorado, para que, en el momento justo y con su
canto, acallara (quién sabe) a tanto pito asilvestrado y triste. Sólo que yo,
cuando oigo -no escucho- estas pitadas, apenas me molesto, no entro en cabreos,
porque me regocija pensar en el cabreo de los que pitan y así se esfuma el mío,
que es muy débil, casi de niño que no puede subir en globo para tocar nubes con
la mano. U otra idea: recomendar a las fábricas de pitos (no cobro copyright),
que fabriquen pitos que no piten, o pitos que, al soplar, dieran por entonar la
marcha real o el pasodoble Paquito el Chocolatero. ¡Qué chasco entonces para
los pirómanos del pito! Es decir, inventar algo que no nos enzarce cada dos por
tres; cuesta tanto luego desenzarzarse. Que como vez, Diario, hasta decirlo
cuesta (19:35:33).
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