4 de febrero de 2016.Jueves.
SANTO DE CRUCIFIJO
San Blas, en Dubrovnik, Croacia. F: FotVi |
-San Blas fue un santo
de crucifijo (en vez de báculo) y de milagro (como medicina); y santo de
oración terapéutica para sí mismo. Rezaba de todas maneras, con palabras y
silencios, y con lágrimas. Vivió y murió a principios del siglo IV, en Sebaste,
Armenia (actual Sivas, Turquía). Murió en tiempos de un tal Licinio, que se
distinguió por perseguir y matar cristianos, como ahora en ciertos lugares del
planeta. Entonces eso no inquietaba; tampoco ahora, demasiado. Su residencia
era una cueva, que usaba como palacio episcopal. A ella acudían para recibir
asistencia, por enfermedades de alma o cuerpo, fieles y animales. Los animales,
en los ratos de oración de San Blas, callaban y, a su modo, quizá también rezasen.
(¿Quién puede afirmar que los animales no rezan? Exijo pruebas de que no sea
así; y, sin pruebas, puedo entrar en dudas. Dudo que los animales no puedan
rezar. Y duda y fe van de la mano). San Blas se dejó crucificar en su fe y esto
hizo que muriera sin maldecir, y bendiciendo. «No saben lo que se hacen», sus
enemigos. O lo sabían y disimulaba el santo; la santidad disimula o calla el
pecado ajeno. El santo pone la otra mejilla, y hasta el aliento que da vida; el
santo se deja matar en el perdón, como Jesús de Nazaret. Y esta santidad es la
que celebramos ayer en San Blas, en Santiago de la Ribera. Primero se procesionó
al santo y luego se exaltó y se incensó (su imagen, su recuerdo), en la misa;
es decir, se le dio culto, se le magnificó, no por Blas, Diario, sino por santo
(19:13:39).
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