2 de febrero de 2016. Martes.
LUZ, GORJEOS
Luz intentando volar, en el jardín, F: FotVi |
-Febrero lo he empezado
con mal pie: ayer, aunque fuera con renglones rectos, no logré escribir una sola
línea ni recta ni torcida. A veces la vida aparece curva y el hecho de escribir
la acomoda, enderezándola. La escritura libera palabras y, en las palabras,
pasiones quizá, y los títeres de la cabeza, y los pulsos errantes, haciendo
posible la templanza, la sujeción, la brida. Hoy, día dos de febrero, escribo,
porque existe Candela -mi sobrina-nieta- y por ser el día de la Candelaria: onomástica de la Luz y de Candela, y fiesta de la presentación
en el templo, en Jerusalén, de lo Inefable; es decir, de lo niño de Dios manifestado
en Jesús, su trono de la humildad. Sin humildad no hay amor, y Dios, en Jesús,
se viste de humildad para decirnos que ama y que la humildad, en el amor, no
desentona. Así es más creíble. Desde la humildad, aumenta el crédito del amor. San
Pablo: «El amor no presume, ni se engríe». Esta tarde, en San Blas, más de una veintena
de niños, que rezaban gorjeos y pretendían, gateando, subir escalones arriba
hasta el altar, han sido bendecidos en la Luz. Ellos, que lucían inocencia, han
sido luminosos receptores de la Luz. Hoy, Diario, he podido escribir, con
renglones derechos, que la luz de Dios puede tocarse en la verdad del ser niño,
en la sencilla novedad de sus vidas todavía preciosas, intactas, todo sol (20:16:00).
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