16 de marzo de 2016.
Miércoles.
ORFANDAD
TRISTÍSIMA
Alegre soledad, en el parque. F: FotVi |
-Cada mañana, en el patio, formo un pequeño charco de agua,
de unos centímetros de diámetro; tan sumiso él, que podría caber en el dibujo
de la hoja del cuaderno de clase de un niño. Un niño coge un lápiz y un folio
y, de la nada, aparecen, una casa ocre con humo blanco en la chimenea, un
camino amarillo en zigzag que suele caerse en la primera esquina del folio, y
un lago con un pájaro marrón revolando el azul, que, por tener el pico abierto,
hasta se le oye piar. (¡Yo lo oigo!) Quiero decir que se oye el dibujo, tanta
vida tiene; late el dibujo. Como digo, yo, cada mañana, pongo unos centímetros
de lago (sin nombre) en el patio, y vienen los pájaros, dos, uno, tres, depende;
llegan con dudas: otean, dan unos pasitos de ballet, pían, vacilan, hasta que meten
el pico en el agua, para, al momento, alborotando, mojar sus plumas, y dar
comienzo así a la liturgia del baño, con el universo como testigo absorto. (Todo
el universo allí, lo he visto) Y, me he dicho: mi lago y el pájaro, o la
humildad de lo sublime. Fiesta en la mañana, hasta que echo una mirada a la prensa,
ese rincón donde tan frecuentemente aparece la médula mala de la humanidad, y
me doy con la foto de unos niños jugando en un campo, envilecido, de refugiados
a las puertas de Macedonia. Ellos, que vienen de la guerra, de la muerte, que
viven en la huida, con frío de todo, y, sin embargo, juegan, ríen, y lo hacen
porque, como diría Borges, «no saben que en el alba / han destrozado un
hombre». Los esbirros del alba, destrozan su patria con armas llegadas de los
países adonde no los dejan arribar. Estos niños juegan por no llorar, porque
los juegos, en la niñez, son el más allá de los sueños, el otro lado donde quizás
habite y les sonría la esperanza, y les hable de llegar, en su éxodo sin fin. En
la mañana, Diario, todo puede suceder, hasta sentir que, más allá del juego de
los niños, la tristeza te habita, como una orfandad tristísima (19:39:49).
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