28 de marzo de 2016.
Lunes.
LATIDOS,
O ALARIDOS
Celebrando la vida, en el jardín. F: FotVi |
-Estos días he celebrado acontecimientos (sucesos) y
fe. Celebrar la fe es oficiar hechos. Así lo creo. La fe es nada si no se apoya
en un acontecer, en una realidad tocable, en algo con ser y forma, algo hecho
de latidos, o de alaridos. Si celebra un escalofrío, la fe es escalofrío; si el
amor, la fe es amor. Así lo hemos visto miles de cristianos, y yo, estos días. En
la celebración de la fe, se actualiza lo ya ocurrido, en aquel tiempo. Celebrar
desde la fe una pasión, una muerte, una cruz, es apasionarte, es morirte, es
crucificarte, es estar y ser lo que se celebra, volver a vivir lo acaecido. Y
no es que se repita el acontecimiento para vivirlo, es que se es el mismo acontecimiento. Sucede que en
la celebración, se sufre la pasión, se muere en la cruz, se deja el sepulcro y
se vuelve al rosal espinoso de la vida. Dicen los evangelios que Jesús siguió
con los agujeros (perplejos) de los clavos en las manos y en los pies, y con la
abismal sima (turbada) de la lanza en el costado. Señales de belleza y de horror,
en todo caso, las señales de estos agujeros de clavos y lanza, infinitos por tercos
y amorosos. Es decir, los clavos y lanza de la cruz del Crucificado se clavan en
la Divinidad, que se los lleva consigo a su residencia celeste. En San Blas, Santiago
de la Ribera, hemos celebrado la pasión, la cruz y la resurrección (según las
Escrituras) de un tal Jesús de Nazaret, y, desde la fe, hemos vivido con él estos
misterios, haciéndolos actualidad palpitante y fresca, original; y es que
celebrar la Vida, Diario, te lleva a habitar en la Vida, a hacer vida hogareña en
Ella (20:56:02).
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