31 de marzo de 2016. Jueves.
LA
PAZ SUENA
Bailarina del barrón, en Las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar. |
-Anteayer anduve 50 minutos y ayer, 35. Lo exige la
edad, para no morirme de inercia ociosa. El paraje por donde camino -Salinas y
Arenales de San Pedro del Pinatar- es un espacio ilustre de aguas salobres,
aves acuáticas, plantas de costa y duna, y senderos por los que, a cada paso,
suena la paz. (Decir que la paz suena a paz, y, aunque apenas se oye, está, es
invisible e insonora, como la idea o el amor, o el mismo silencio, pero está). Y,
de pronto, poniéndole música a esta paz, escucho el canto del alcauzón o el del
pájaro carpintero, y el vuelo bajo y abarcador, enorme, del flamenco extendido,
que solemniza el cielo. Hasta hace poco, cada dos pasos me cansaba tres veces; ahora,
ando mil pasos y me canso una. Es el milagro de la mecánica del ejercicio, que
desentumece bielas y engranajes, y latidos. Y mientras ando (y sin romper la
paz), hablo con las cosas: llamo a las plantas y a las aves por sus nombres. Y
me contestan; me contestan, estando. Saber sus nombres y decirlos, las hace inmediatas,
cercanas, y se dejan amar. Entre las plantas, la jarilla, la salicornia, la
sabina de las dunas, el barrón, el atormentado pino carrasco; y la cigüeñuela,
el zampullín, la avoceta, la aguja, el cormorán, ánades, gaviotas, el flamenco,
entre las aves. Los reptiles -el eslizón, la lagartija colirroja, el camaleón- y
yo, aún no nos hemos presentado; pero sucederá algún día. Y entonces, Diario,
canto, y hago himnos, que, sin llegar a los del poverello (el de Asís), suenan; al fin y al cabo, están hechos de
palabras que no rompen la paz del lugar y que, por el contrario, la enriquecen,
haciéndola habitada y habitante. Pues la palabra, conformada de espíritu, siempre
habita y se deja habitar, sin el pavor del ruido. Nota: Y mientras la náusea se
ve abocada al vómito (Jean-Paul Sartre), los políticos siguen pactando sus «pastos»
(11:39:41).
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