21 de marzo de 2016.
Lunes.
LLUVIA
MOJADA
Lluvia, en Estambul. Turquía. Año 2012. F: FotVi |
-Por fin, la lluvia, como un bautismo meteorológico. Todo
bautismo es gracia, también el de la lluvia. Y siempre la gracia (como la
claridad: Claudio Rodríguez) viene del cielo; la gracia de Dios y la de las
estrellas, que hay días que escriben (Octavio Paz) con agua. Hoy, las estrellas
han escrito con agua. Pero la lluvia aquí, en el Sureste, es lacónica, breve como
un esquema de discurso de circunstancias, un escalofrío de gotas huérfanas, líricas
si se quiere, pero efímeras. Escrito por la estrellas el poema del lluvia, esta
vez ha venido y se ha quedado, no como un ay fugaz de burbuja de jabón, sino
como un hermoso e insistente diálogo entre la tierra y el agua, o romance de
vida. La lluvia de primavera lava la atmósfera y llama a la tierra a despertar de
sus letargos invernales (aroma de azahar en el campo ya); lava todo, salvo al
corrupto -político o no- de turno. La corrupción es lluvia ácida en el desierto
de los valores. Un día que yo preguntaba a unos niños cuál era el séptimo
mandamiento, el avispado levantó la mano y contestó trotón, es decir, sobrado:
«El séptimo es no hurtar», y seguí: «¿Y qué significa no hurtar?», y el despabilado
contestó: «No hacer ¡huacg!»; o sea, entendía hurtar como eructar. Pues, eso, la
corrupción viene a ser como un eructo mal oliente y vomitivo de nuestra
sociedad abatida y desnortada, sin valores. Con sólo un valor: el del dinero,
que lleva al poder y éste, con frecuencia, a la bancarrota del espíritu. Es,
pues, hurto y eructo, a la vez. Y decirte, Diario, que al fin ha llovido con
esmero, dedicándose a ser lluvia la lluvia, o lluvia mojada; una bella tarde de
lluvia (18:45:14).
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