14 de enero de 2018.
Domingo.
FORTALEZA
Despertando, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Me despierto liberado y
con ganas de abrir los ojos y ver. Abro los ojos, respiro, echo las sábanas
atrás, y, girándome, pongo los pies en la alfombra. Bostezo y me santiguo, es
mi costumbre. Era la costumbre de mi madre, que irradiaba serenidad. A pesar de
los momentos de dolor y pérdida de hijos. Fue lavandera, y nunca la oí quejarse
a Dios. Daba gracias, como el niño llora o la mosca molesta. Siempre tenía,
como un trozo de pan o una sonrisa que pronunciar, un Ave María en la boca. En
casa, hacía ella todo y además rezaba; los rezos le nacían en la boca y le
corrían por todo el cuerpo como un signo de fortaleza. Le daban seguridad y
encendían su fe en la vida y en el trabajo, y en el amor a todos. Por eso, al
despertar, y después de bostezar, me santiguo, y así, Diario, ando todo el día cerca
de mi fe y santificando mi trabajo (18:43:30).
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