sábado, 27 de enero de 2018


27 de enero de 2018. Sábado.

VUELTAS INFINITAS

Se cierra el día, desde mi balcón. Casa Sacerdotal. Murcia. F: FotVi

-Enciendo el ordenador y tarda un siglo -y un poco- en abrirse. El poco es lo que yo tardo en desesperarme; me desespero, pero sin entrar en cólera, sin desesperanza. Me desespero, pero esperanzado en que la ruleta de puntos blancos que da vueltas infinitas se pare y me muestre el interior de la computadora, donde guardo mis asuntos. Es decir, lo que escribo y lo que leo; o mi intimidad más aplicada, más afanosa. La computadora guarda lo que yo más amo: mis palabras y mi libertad, en las que hablan -lloran, ríen, dudan, hacen música- mis sentimientos. Mis sentimientos, que son el espejo más verosímil de mi alma. ¿O es mi alma en el espejo? Desde que me levanto: rezo, desayuno, trabajo, hasta que vuelvo a rezar, cenar y acostarme: todo está en ese bloc de luz y sombras, de paz y amor que es la computadora. Mis pasos, mis traspiés, mis dudas, mis certezas -pocas-, mis sueños, todo está ahí, esperando ser visto y celebrado, o condenado, por mis lectores. Por eso me desconcierta su retardado modo de entrar en materia cada vez que la cito a la tarea diaria del trabajo en común, con mis dedos y mi cabeza, y su memoria. A trabajar, le digo, y se resiste. Pero yo insisto y venzo; y al final, Diario, se abre a la esperanza en el papel caligrafiado. Es mi dry martini, goloso y dorado, de cada día (10:56:49).

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