18 de febrero de 2018. Domingo.
GULAG INNUMERABLE
El beso de las rocas, cerca de Goreme, en Turquía. F: FotVi |
-Y
accedieron a la palabra festiva y la ofendieron. No saben digerir aquello que
se les regala, la palabra, que, en sus bocas, se hace hedor, tufo. Con la
palabra no se dispara, ni se empaña lo que no te atañe ni es tuyo. Se trata de
creer en la palabra, no de humillarla. Que una boca defecando es como un puerco
que hocica. Ha ocurrido en Santiago de Compostela. En el pregón de las fiestas
del Carnaval. Un tal Carlos, que se dice gracioso, ha hecho de su boca un nido
de alacranes. O sea, que se ha hecho en su misma boca. Y ha habido un alcalde
-un demagogo populista, Martiño Noriega-, que le ha reído y justificado la gracieta,
malsonante y blasfema, y sobre todo (ya que se trata de un humorista, dicen)
sin gracia. Pues el humor que ofende, ya no es humor, sino un disparo con
escopeta de doble cañón a una víctima desprevenida, que pasaba por allí. No
digo lo que dicen que dijo este humorista sin humor, porque caería en su misma deposición,
en su misma excreción. Solo señalaré que dijo cosas de la Virgen del Pilar y
del apóstol Santiago, que no diría de su padre y menos por supuesto de su
madre. Y una vez más, el alcalde populista de Santiago, echa mano de la libertad
de expresión, para justificar tal necedad y borricada. Ahora, por lo visto, está
de moda echar pestes (por la boca) de todo y justificarlo con lo de la libertad
de expresión. ¡Ah, libertad de expresión, cuándo llegará el día en que nos
dejes sin expresión y sin libertad para decir amén o aleluya, o Dios, o Santa
María, o madre, o amigo, sin más! Me temo, Diario, que todos estos libertinos
nos estén llevando a un callejón sin salida intelectual y estética, a un valle
de lágrimas de cadenas y barrotes, a un nuevo gulag innumerable, infinito (18:45:56).
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