10 de abril de 2018. Martes.
EL
AMOR FUE TAN ALTO
Dándole a la caza alcance, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Me
acosté lunes y me levanto martes: un aleteo más. Y me digo: «La vida sigue, y
es hermoso». Y se me ve en los ojos, encendidos, que digo la verdad. No creo en
el nihilismo de Nietzsche, y sí en lo que dice Carlos Marzal de los aforismos en
La arquitectura del aire: «Los
aforismos hay que morderlos, como las monedas, para saber si son falsos o no».
Él habla de aforismos (sentencia breve y doctrinal), yo hablo de la vida. La
vida hay que morderla, gustarla, chuparla como un hueso de melocotón, y luego
acariciarla, mimarla, hasta dormirla en brazos de la ensoñación. La vida que
sueña es más larga –quizá no en el tiempo, pero sí en la intensidad-, que la
vida simplemente dormida, acomodada, hecha objeto aburrido de la costumbre. Instalarte
en la vida es un mal asunto, Diario; es más fértil y noble
dejarse llevar por la utopía, aunque sepas que nunca podrás darle a esta caza alcance;
o, sí, como San Juan de la Cruz a aquel lance divino que él perseguía, y que,
al fin, «el amor fue tan alto / que le di a la caza alcance», dice, llenándose así
del otro Amor que él buscaba y en el que se sentía liberado y redimido, admitido (18:40:06).
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