14 de mayo de 2018. Lunes.
BLANCO
EXPECTANTE
Blanco expectante, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Me cansa
estar delante del ordenador esperando a que venga una pequeña luz que me abra
el camino de la escritura. Inspiración,
llaman a esto; yo lo llamaría trabajo en
espera. Todas las mañanas me pasa lo mismo: rezo, desayuno y me pongo ante
mi cruz: ante esta pantalla, luminosa y terrible, que me invita a ir poniendo
palabras, una tras otra, como hormigas que caminaran con su brizna en la boca,
hasta llegar al hormiguero de mi trabajo: el texto o el poema escritos con
sentido, con turbación; texto y poema que me liberan de mi interior tumultuoso,
rebelde, aunque trabajosa y, al fin, bellamente creyente. Luego, para
desintoxicarme, leo; o lo hago para envenenarme más, porque leo con la avidez
del principiante, deseando a todo trance aprender algo de aquello que me echo a
los ojos. Cualquier texto que leo, me enseña y regala -salvo alguno que no
trago-, hasta el punto de llenarme la boca de saliva golosa, de saliva con
pulpa, que repito entre los dientes, mientras acabo la lectura. Me entusiasma
leer, aunque se trate de historias tontas y poco divertidas, o poco literarias.
Siempre que leo, gozo, y con el gozo de leer, Diario, doy pasos en mi formación,
en mi adiestramiento ante el blanco, expectante, de la pantalla (19:39:24).
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