20 de mayo de 2018. Domingo.
LAS
ABEJAS
Libando, en el jardín. Torre de la horadada. F: FotVi |
-Y, tras
la boda real del príncipe Harry con Megan Markle -qué bello cuento de hadas, irreal-,
ha llegado el día de las abejas. Lo ha decido la ONU, ese magno imperio de la
nada y el camuflaje, donde fluyen solo palabras sin contenido ni patria,
anónimas, y casi siempre perversas. La abeja es la obrera feliz que labora sin
descanso por su reina y su panal, por su casa, en bien de la comunidad. No hay
lucha de clases en ellas, ni oposición a su destino. Son un paradigma de
ejemplaridad social. Las abejas liban la alegría del polen y el néctar en la
flor y la dejan hecha miel en el fondo de sus celdas hexagonales de cera; celdas
ideadas y fabricadas por ellas, excelsas arquitectas de la sencillez y la
perfección. Orfebrería. Son, con las hormigas y las termitas, los únicos
insectos que viven en sociedades organizadas, con reina única (encargada solo
de la reproducción), una legión de zánganos, vagos y desdibujados, que viven
del ocio (uno de ellos fecundará a la reina), y todo el resto, son clase media
trabajadora. (Ah, los demás zánganos que no lleguen a la cámara nupcial con la
reina, serán devorados por las obreras o morirán de viejos y de soledad; la
teoría del descarte). ¿Y por qué dedicamos un día especial en recordar y
celebrar a las abejas? Porque ellas polinizan y endulzan nuestras vidas, y
porque van vestidas de sol y de noche, y si las dejas en paz, Diario, ellas te
dejan en paz y no pican, solo liban y zumban, y danzan: es su lenguaje (18:51:34).
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