miércoles, 11 de julio de 2018

11 de julio de 2018. Miércoles.
ENTRE HIERBAS Y PIEDRAS

Mi habitación, en Murcia. F: FotVi

-Mi habitación, que es pequeña, está llena, en lo que cabe, de fotos de Candela y de libros, mis libros más queridos, que son pocos; los más, han quedado en la Torre de la Horadada. También hay dos fotos de la Virgen y dos lienzos -dos obras de arte- pintados por Candela: lindas manchas de color e ingenio, y juego. Ah, también hay un crucifijo que preside mis horas de vida, un flexo sobre mi mesa de trabajo, una mínima tele, en la que contemplo los desastres de la patria, y la cama, en la que duermo (y despierto) mis sueños, para que, despejados y libres, acierten a caminar conmigo. De día camino con mis sueños delante de los ojos, y de noche, para alimentarlos, los sereno y los duermo; pero siempre (aunque duerma el cuerpo) con la mente abierta, ojo avizor, esperando ser nutrida por la luz de lo insospechado y lo súbitamente hermoso, que muchas veces queda en la mecánica del sueño, en su interior sosegado, y que apenas dormita. Y también hay un portátil, un portátil que porta pensamientos, tristezas, alegrías, viñetas, fotos de Candela y del mar, cansancios, liberaciones, mi vida. Toda mi vida en un portátil, tan leve, tan frágil, tan de estar sobre la mesa, tan de mirar sin ver. Toda mi vida, pues, Diario, en la memoria sin memoria de un artefacto volátil, hasta que se haga eternidad, o hasta que se disuelva, hecha «polvo enamorado», y «buscando lo divino» (como cuenta Ortega de Goethe) «in herbis et lapidibus» (entre hierbas y piedras), como un sabio busca las estrellas, o la escala de Jacob, y, en la cima, quizá, los silencios impenetrables y arcanos de Dios (10:34:20).

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