2 de julio de 2018.
Lunes.
ALGUNA
FLORECILLA
Humildad soñadora, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Después
del disgusto de ayer, abro los ojos y balbuceo con el salmista: Señor, «que se
alegren los que se acogen a ti, / con júbilo eterno». Júbilo, o la alegría del
jubilado que no se siente excluido, ni acabado, ni relegado a la oscuridad. Mi
vejez sigue produciendo, gozosamente. «Pienso, luego escribo», me digo, y así vivo:
entrenándome a cada momento. Física y espiritualmente. Un poco de esto y un poco
de lo otro (rezo, camino, leo -ahora estoy otra vez con Nietzsche-, escribo,
tacho, recompongo, me distraigo -alguna película, algo de tele, miro las viñetas
de El Roto-, me rio, lloro -los niños que mueren por cualquier violencia-, me
alimento, y así voy saltando de un día a
otro, volando de la vejez a un día más, sin dejar que me alcance la frustración,
ni que me envuelva la tristeza; es decir, jubilado; y es que siempre, en la
vida, hay alguna florecilla -o milagro- que admirar, y amar. ¿Perfecto yo? No, Diario,
solo soñador (19:10:03).
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