viernes, 19 de octubre de 2018

19 de octubre de 2018. Viernes.
CAOS

Crecida del Segura, en Murcia. F: FotVi

-Escribo la palabra agua con emoción, como si, desde el octavo piso donde vivo, tocara el mar. De esta manera, el mar me da en el rostro, y en la boca, y lo saboreo sal, o purificación salada. Entonces me viene a la mente lo de «la hermana agua, preciosa en su candor, que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!», que canta San Francisco. Los bellos adjetivos fluyen como gotas de una aspersión, o como notas del adagio de Albinoni. Son calificativos amorosos, de un amigo del mundo y de todo lo que contiene. San Francisco y sus seguidores andaban con sandalias de esparto para estar más cerca de la tierra, y así poderla pisar y amar con más cuidado, como con pie de abeja en la flor, casi sin pesar. En estos días de gota fría, en los que el agua se cobra vidas, me atrevo a decir: «¡Bendita, sufrida, y sacrificada agua, loado, mi Señor!». Porque una vez más, no es el agua, sino la avidez de los que pescan en río revuelto, en el río revuelto y perverso de su osadía, de su avaricia de alimañas, de su ambición de canes rabiosos. Los que construyen junto a barrancos y ramblas, donde saben –nos lo dice la experiencia– que, antes o después, el agua vuelve por donde siempre fue. Ya dijo Novalis, el filósofo y poeta romántico alemán, en sus Himnos a la noche, que «el agua es un caos sensible». Caos, pero sensible; es decir, el agua actúa, Diario, como si tuviera sentimientos, y le duele que le arrebaten su cauce natural, y, cuando se lo roban, regresa con furia para tratar de recuperarlo, y, a su paso, deja ruina y lágrimas, y un lamento (estela) de muerte (19:06:05).

No hay comentarios:

Publicar un comentario