13 de septiembre de 2019. Viernes.
AVALANCHA
A punto de desbordarse el Segura. Frente al martillo del obispado. F: Medios. |
-Las 9:25 y sigue
lloviendo. Apenas hay luz, todo son sombras. El día parece una noche enlutada. Anoche
hubo mucha lluvia, entre el desgarro de los truenos y el dormir sin dormir de
duermevela; o dormir, teniendo la vela (mística) encendida. Era un sueño a flor
de piel, sin consistencia ni arraigo. Un sueño fácil de romper. Y, al despertar
esta mañana, veo que todo sigue igual. Solo que el trueno se ha ido y la lluvia
es más fina, más comedida. Hasta hay un momento en el que, como una luz
temerosa de candil, aparece el sol, velado y humilde. Como hecho de harapos, de
recortes del mismo sol. Luego veo los vídeos y las consecuencias de la lluvia, y
quedo desolado. Leo en la prensa un titular que describe la tragedia:
«Pesadilla histórica», y que me hiela por dentro. Me cuesta asimilar lo que veo. Y
pienso en la gente que está sufriendo por su casa, o por sus tierras, o por el
hecho de verse atrapado en esta locura, y sin esperarlo, como un mal tropiezo,
como un manotazo terrible del destino. En Murcia, que apenas llueve, de pronto,
esta avalancha de agua, por calles, avenidas, carreteras, trepando a las casas,
rompiéndolo todo. Y destruyendo vidas. Como un martillo líquido, que da sin
descanso donde siempre duele, en lo que más amamos. En los medios, Diario, he
visto la desolación, el llanto, la impotencia de las gentes, y también su fe: «Dios
dirá», he oído decir a alguien. Pues eso: «Dios siempre dice» (19:07:46).
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