29 de septiembre de 2019. Domingo.
DE
JÚBILO EN JÚBILO
Jubilación de la rosa, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Ahora que ando por el
júbilo de mi jubilación, me encantan los domingos, porque hago lo mismo que
antes, pero sin obligación. Lo que me causaba cansancio no era hacer cosas,
sino la obligación de hacerlas. La obligación, o sea: esa espada de Damocles que
pende sobre tu cabeza, y sobre tu libertad. La obligación calcina la libertad, la
contrae, la aminora, como una cabeza de jíbaro. Hoy domingo he celebrado misa,
he regado mi jardín (ahora solo cuido de una maceta, no hay espacio para más),
he leído a Ortega (Las Atlántidas) con un bellísimo poema de Octavio Paz (aquel que dice: «Soy hombre: duro poco / y
es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: / las estrellas escriben. / Sin
entender comprendo: / también soy escritura / y en este mismo instante /alguien
me deletrea»), escribo esta pequeña crónica de mi vida, y, además, camino, y se
me llenan los ojos de cosas hermosas, pequeñas casi siempre, desde el perro que
se cruza en mi deambular, al gorrión que salta a mi paso, y todo porque me gusta, sin
la apremio de tenerlo que hacer, sin la exigencia de la hora. ¡Qué hermoso es ir
de júbilo en júbilo en esta mi venturosa jubilación! Y es que en la jubilación,
Diario, vives tu libertad, aunque seas consciente de que te esté observando de cerca el
final, o la solución de todas las dudas (18:29:03)
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