24 de septiembre de 2019. Martes.
TRISTEZA
EN LOS ALCÁZARES
Lo perverso de las riadas, en Murcia. F: FotVi |
-Salimos Manolo Peñalver
y un servidor camino de Los Alcázares, uno de los pueblos más castigados por la
gota fría. Los dos fuimos allí párrocos, no hace mucho. Antes paramos a
desayunar en San Pedro, con unos amigos. Luego seguimos camino del barro y la
desgracia, del pueblo surgido una vez más del agua. Hace tres años se inundó la
población y brotaron las lágrimas, pero posteriormente, con determinación y
cierta euforia, volvió a florecer el pueblo, fue otra vez un pueblo de veraneo y
negocio, un pueblo feliz. Pero esta segunda vez ha cundido la decepción, un
cierto y pegajoso desencanto. En Los Alcázares hay bares cerrados y una de las
dos iglesias, abierta. La riada se llevó la fe de los fieles de una a otra
iglesia y cerró los bares, sin piedad. Por supuesto, las playas artificiales
han vuelto a ser lo que eran: mar sin más, sin paseo ni arena, con solo agua
acre y pestilente, mar menor. Lo que no se ha ido al mar, todavía queda en las
calles, hecho surco por los neumáticos de los coches y pesadilla para los más
ancianos. Sin embargo, Cáritas y los organismos oficiales siguen funcionando,
la solidaridad y el dar ayuda al que lo necesita no paran, siguen activados, el
barro no ha cegado la conciencia cívica de la población, que, no obstante, desconfía
del futuro. Mi amigo y un servidor volvemos tristes de los Alcázares, pero
esperanzados, de estos barros de hoy, Diario, quizá brote, si se ponen los
medios, un árbol nuevo, frondoso, que
abrigue lo destruido. Rezo por ello (8:49:29).
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