16 de diciembre de 2022. Viernes.
LO GRANDE Y LO PEQUEÑO
LO GRANDE Y LO PEQUEÑO
-Ayer de madrugada lloviznó: quizá llorara el tiempo. El otoño, antes de
dar paso al invierno, ha herido con dureza otros lugares. Se está despidiendo
con saña y lo hace entre risas de agua y viento, con grandes aspavientos. Inunda
calles y casas, a lo grande. Ayer hablaba de las cosas sencillas y se me olvidó
hablar del sitio de Dios en estas cosas. No de Dios junto a la fregona o el pájaro o la papelera, sino de Dios en la fregona, en el pájaro, en la
papelera. Dios no es fregona, ni pájaro, ni papelera; pero está en esas cosas. «Loado
sea mi Señor –diría el de Asís–, por todas las cosas sencillas. Porque en ellas
veo a Dios, y, en todo caso, lo sospecho»; es decir: en el gorrión que alimenta a sus
crías y en el alimento que les da. «Te notas más en mis latidos, es verdad»,
diría el santo, «pero también en la luna y en el charco donde ella se refleja o
del que se nutre como poesía de la noche». Y en el dolor, estás en todo dolor;
pues, desde la cruz, diría, estás en cualquier dolor del mundo. Por eso San Francisco
se viste de pobreza, de harapos y sandalias, para estar más cerca de la
humildad de la cruz, su humillación más extrema. La pobreza de San Francisco
es su cruz. Menor, en todo caso, que la
cruz de Cristo, donde el dolor del mundo es más dolor, porque es dolor divino,
y en el que, además, converge todo el dolor humano. Y, si Dios halla casa,
acomodo, en el dolor, ¿por qué no en la fregona, y en el pájaro, y en la
papelera, y en el papel de envoltorio que cae en la papelera: siendo así que el
dolor es más terrible y bajo, más turbador y grosero, que cualquier otra cosa
en el mundo? Dios está hasta en el silencio, por el que a veces, Diario, se le oye pasar como suave brisa, según lo viera Elías (17:29:54).
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