5 de diciembre de 2022. Domingo.
ESTAR AL ACECHO
ESTAR AL ACECHO
-Adviento es la respuesta a la profecía de Isaías, que se proclamaba
este domingo en la misa: «En aquel día: Brotará un renuevo del tronco de Jesé,
un vástago florecerá de su raíz». Desde entonces todo es adviento, expectación:
dos palabras para la esperanza. Entre los sinónimos de expectación se hallan
los de curiosidad, atención, interés, preocupación. Además de otras, como expectativa,
deseo, afán… O sea: estar al acecho, porque se intuye que algo va a ocurrir.
Adviento, pues, es curiosidad por ver lo que va a pasar. Pero es también
atención para no perderse detalle en el momento en que pase. E interés, porque
se intuye que lo que va a pasar es importante. Y preocupación, además, por si
no ocurriera lo que parece que va a ocurrir. Es esperar con un deseo afanoso,
de cierto nerviosismo e inquietud, ansiedad. Hasta que nace Jesús en Belén,
todo el Antiguo Testamento es un adviento, una espera: curiosidad, atención,
interés, preocupación, por cosas que pasarían. Y lo es desde el primer capítulo del
Génesis. Tras el pecado de Adán y Eva, Dios anuncia un adviento y empieza a ser
todo expectativa y deseo, afán de cumplimiento. «Enemistad pondré entre ti y la
mujer, y entre tu linaje y su linaje, él te pisará la cabeza», dice Dios; y, desde
entonces, patriarcas y profetas, reyes e imperios, filosofías y sabiduría,
tiempos y espacios, poesía, todo, se hace angustiosa pero ilusionada
expectativa; es decir, se hace adviento, esperanza. Todo aguarda a que se haga
realidad en la Historia, que el aquél «Él», pise la cabeza del reptil, del
provocador de la ruptura entre Dios y el hombre, y renazca, Diario, la felicidad y la
paz, y la Amistad (13:15:31).
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