viernes, 23 de diciembre de 2022

23 de diciembre de 2022. Viernes.
LA LLANEZA DE LA LLUVIA

María, esperando el rocío, que le viene del cielo. Casa Sacerdotal. Murcia 

-Se apresura el adviento hacia su final, y la espera se hace impaciencia, ansiedad. Es como si el adviento, al igual que la madre primeriza que va a dar a luz, se metiera en nerviosismos. Isaías pone la nota líricamente, frenética. «¡Cielos, destilad el rocío!», exclama. En la noche, el cielo destila (o derrama gota a gota) el agua que alivia la sed de la tierra y de las cosas. En la noche de la historia, con el fin de que alivie la sequía de Dios que se percibe en el ambiente, el profeta pide que los cielos irrumpan en la tierra como rocío. Rocío de la mañana, que aparece en las plantas como un cielo estrellado. Es como si la mañana, sedienta, bebiera estrellas para calmar así su sed. Isaías, en su petición, adivinaba al Mesías, al Salvador: el Cristo, el Ungido del Señor. Y le urge para que se dé prisa. El mundo (como Israel entonces) está muy mal, y el profeta, el orante, el que habla de Dios y con Dios, le pide a este Dios que se apresure y envíe al que es agua que calma toda sed, aun la de la indiferencia. Agua, pero en forma de rocío; para que humedezca sin arrasar, sin destruir. Nacido de la noche, el rocío, desde la humildad, desde la sencillez, casi desde la reverencia, calma la sed. El rocío es la llaneza de la lluvia. Como el Señor que nace, Diario, en el Portal de Belén: él riega sin ofender (17:34:24).

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