5 de
mayo de 2017. Viernes.
RED
Tortura, en Vilna. Lituania. F: J. Giner |
-Hay palabras nuevas que
causan pavor. Como red. No sé por qué la palabra red me produce escalofríos como
de ser algo que atrapa. Pienso en el pez, en el pájaro, en cualquier otro animal,
aunque sea humano, que caiga en su enredo, en su tinglado hostil. Digo red y me
viene a la mente la palabra malla, útil de cuerdas y alambres que pesca y caza,
que cerca y abraza, y que te hace estar tras una maraña de hilos bastardos que
te quitan la libertad y el aliento, te someten, te atan. Salvo la red que
recoge el pelo, y que deviene en llamarse redecilla,
la palabra red me aterra y me hace mirar alrededor por si me observa la araña. Su
maligna visión múltiple. Red y redes. Ahora denominadas redes sociales; o
conjunto de equipos informáticos conectados entre sí que intercambian
información. Información verdadera o falsa, idílica o perturbadora, que te dé o
quite la vida, que te haga más sabio o más adicto. O más desoladoramente tonto.
No importa. Lo trascendental, ahora, es entrar en las redes y hacerte noticia
viral. Es decir, virulento, tóxico. Da igual ir de gala o en pantuflas, desnudo
o con tirantes, libre o tirano. Lo sustancial es que algo tuyo -tu narciso, tu
ego, tu ombligo, tu títere-, se haga cosa purulenta y que, aunque sea por un
día, se vuelva gloriosa excrecencia viral. Caer en la redes -aunque se
adjetiven sociales- es caer, Diario, en la trampa de las vanidades y en el ridículo
del instante estúpido y servil, lacayo, en todo caso (17:14:26).