5 de agosto de 2015. Miércoles.
ORFANDAD
Fuego, en el parque. Torre de la Horadada. Año 2015. F: FotVi |
-No sé si, al comer, muerdo con furia o es que me cae grande la
dentadura. (Dentadura implantada, como un cañaveral). Es el caso que me muerdo
la boca por todos lados, como cuando de niño me picó una abeja y no dejó lugar
en el rostro sin aguijón ni mordedura. Mi madre dijo, entonces: «Un adefesio,
eso es lo que pareces». Y yo -debido al dolor y a no saber que era aquello de
adefesio- me deshice en llantos, como una esponja con hipo. Hasta que,
envolviéndome en su abrazo, vino madre y
me consoló. Anoche cenando, me mordí la lengua, y creí, tan fuerte fue el
golpe, que me la había partido. Y temí (¡qué cosas!) que me dificultaría decir
palabras, nombrar las cosas. No me preocupaba la herida, sino el no poder decir
palabras. Y me dije: «Huérfanas de mí las cosas». Y es que en las palabras se renuevan
las cosas, y se va completando así la creación. Decir, es hacer que las cosas
sean, estén, latan, vivan. Dios -suele adivinar el poeta- anda en las palabras
y, al decirlas, se percibe en las cosas, hay como un rumor de él en la palabra.
Di: «Luz», y se hará la luz en tu mente e iluminará tu imaginación. Aunque camines
a oscuras, verás la luz en tu interior y tendrás conciencia de que lo que dices
existe, está, ama. Di: «Palabra», dila, y se abrirá el Diccionario, y te dirá: «Habla»,
y entre el Diccionario y tú se recrearán las cosas, serán de nuevo vida
hablada, en ti, y tu boca se llenará de vida, y la vida, de emociones bellísimas
y nuevas. Diario, di: «Amor», y el mundo será más fuego, con más fragor de Dios
(19:57:13).