1 de noviembre de 2016. Martes.
AL OTRO LADO DE
LAS PALABRAS
Palabras ascendiendo, desde el jardín. F: FotVi |
-La fe, que nace en la tierra, se abre paso hacia el infinito,
pasando por el cielo. El cielo de las estrellas y quizá el del asteroide donde
vive El Principito, con su rosa huraña.
O el cielo de las respuestas lejanas, de las respuestas que vienen de camino hasta
llegar al que las espera. Esperar respuestas es tener fe. Tú te planteas
preguntas y la fe trata de dártelas, y la oración ayuda. Rezar -no importa
desde dónde o en dónde- es un modo de hablar al infinito, al más allá, al otro
lado de las palabras, y esperar. Se reza con fe, y la esperanza aguarda,
agazapada, trémula. Hoy he visto una iglesia destrozada en Nínive -o con la
firma de la guerra que nada perdona-, y a unas personas rezando bajo los techos
abiertos, rotos, por donde, después de las bombas, se precipitaba el cielo. Como
un suceso de luz. Es la iglesia de la Inmaculada en la ciudad de Bajdida,
próxima a Mosul. Abajo la palabra, y arriba la bóveda abierta del templo esperando
las respuestas del cielo, que descienden en forma de paz, o en forma de más
esperanza, o en forma de santidad perseguida. Y es significativo que, de entre
tanto caos y destrucción, haya quedado en pie el Sagrario. Donde queda el
viático para el que sufre. Donde queda un signo de comunión y no de guerra, un
signo de la paz contra toda arma, un signo por el que se parte el pan y se
reparte, para calmar todo hambre, aun el de los que hacen la guerra. La fe,
Diario, hace el milagro de la esperanza, que siempre anda detrás de las palabras,
si éstas son palabras de paz, palabras que envuelven y no distancian, si son
abrazo y no bomba, si se comulgan y se mastican como el pan, con fe de bocado (11:51:06).