2 de mayo de 2018. Miércoles.
FANTASEAR
DESPIERTO
Nave espacial, en el jardín. Murcia. F: FotVi |
-Hace siglos
(años) que no veo una película en un cine comercial. Me aburren las de ahora
mismo, llenas de técnica y maldad, o tísicas de argumentos. Todas se resuelven con
mucha sangre o mucha cama. Pegan un tiro y salta del lugar donde impacta como
un colibrí de sangre que llena toda la pantalla. Y lo mismo en la cama, donde jadea,
en estertores barrocos, hasta el mismo silencio de la sala. Es decir, enseguida
se ve que todo es mentira, que todo es sobreactuación, que todo está hecho de
cartón piedra informático. No hay vida, se esfuma la tensión, y solo vive la parafernalia
visual. Por eso me refugio en los films viejos, que no zarrapastrosos, de la época
dorada del cine. Cuando alguien quedaba solo ante el peligro y lograba vencer al
peligro, y el que adquiría fama por matar -sin matarlo- a Liberty Valance. O el
del pueblecito español que se llena de quimeras, porque iban a llegar unos americanos
a sacarles de sus penurias, de sus carencias. Entonces, el cine, Diario, me hacía
soñar, y reír, y llorar, y tocar las estrellas, y, montado en bicicleta, elevarme
sobre las cosas y pasar pedaleando ante la luna con E.T. a mi lado, aquel extraterrestre tan
tierno, tan frágil, que huía de los científicos y de la policía, y que me hizo
caer en el embrujo de poder fantasear, y llorar, despierto (19:47:45).