4 de octubre de
2018. Jueves.
ESPAÑA
MUERTA
Sol vivo y muerto, en Murcia. F: FotVi |
-Miro por las pastillas -dije
ayer que me tocaba mirar a través de las pastillas- y veo lo mismo que sin
pastillas: veo las cosas, como una pesadilla, envueltas en redecillas de
telarañas. Aunque por entre estas redecillas, aún veo claro. O creo ver claro. Lo
que no veo tan claro es lo que sucede en esta «mi querida España, / esta España
viva, / esta España muerta». Cecilia sin censurar. La
censura mordió y se comió las palabras viva
y muerta, y en su lugar regurgitó mía y nuestra, y las colocó donde dolía, ya había rima y mensaje, y
mentira. Esto decía Cecilia de España en el año 1975. Una España viva y muerta, a la vez; es decir, viva
en sus paisajes, en sus pueblos y ciudades, en muchos de los lances de su historia,
en la mayoría de sus gentes, sencillas y trabajadoras, y festivas. Y muerta, en sus rencores, en su mirar
hacia atrás con ira, en sus guerras nunca concluidas, en sus orgías destructivas. La España política e ideologizada. Pero, como diría un optimista, vamos tirando, «España mía, / España nuestra». Mal
tirando, pero tirando, no polvo de estrellas precisamente, aunque sí sueños
nuevos y alguna realización inverosímil, como el habernos podido dar la mano -y sin taparnos la nariz- en
la Transición, hasta ahora (19:29:26).