11 de noviembre de 2021. Jueves.
SANGRE Y TRIGALES
SANGRE Y TRIGALES
-El rosal ha dado su penúltima rosa roja. O el rojo y el amarillo de las
hojas caídas en el jardín. Como un saxo («¡Que viva, España…!»), o una bandera,
cantando las glorias de España: la España una y triste, que nos ha tocado
vivir. ¿Y libre? Rojo y amarillo. La bandera de España: sangre y trigales. En
la escuela se nos decía esta hermosa metáfora. El maestro Navillo, en Molina (bellos
recuerdos: yo, crío, revoltoso, vivo), decía: «Niños, esto es España: sangre y
trigales», y nos señalaba la bandera. Él, represaliado, venía de la sangre; y
nosotros, hijos de obreros, del hambre, que todavía –aunque algo aliviado
entonces– nos perseguía: o el otro trigal baldío de la posguerra. Como –casi– empieza
a suceder ahora. Entonces nacía el tallo, pero no la espiga. Y, sin espiga, se
esfumaba el pan. También hoy podríamos decir con Séneca, que «todo lo vence el
hombre, menos el hambre». Puede auparse a la estratosfera, y en caída libre,
romper la barrera del sonido. O derrocar a un dictador para que venga otro. O
poner un ingenio en Marte y que revele cosas asombrosas: el agua que hubo o
pudo haber, si fue el barro y lo alentó el espíritu, o si lloró y rio la vida,
o no. Pero el hambre sigue en el mundo, y, con él, la injusticia y la pobreza. Y
lo más triste: siguen los pobres en mi ciudad, y bajo el puente que los cobija,
y a la puerta de mi mano, que a veces les da algo: un instante de consuelo para
su llanto. Dios, sin embargo, sí remedia lo que el hombre, o por falta de
voluntad, o por egoísmo, o por olvido, no hace. Tristeza, pues, otoñal, Diario;
lamento inmenso en el jardín de la vida, que llora hojas caídas, y ríe un poco en
el camino de la esperanza, la que nunca muere, la que restaña heridas y
descubre horizontes nuevos, y vive en esos bellos horizontes (17:44:42).