viernes, 15 de mayo de 2015


15 de mayo de 2015. Viernes.
TOCAR LA TIERRA
 
Poema de tierra, en el jardín. Día de San Isidro. F: FotVi
 
-Coges la tierra, la palpas, y seduce su tacto. Tocar la tierra es tocar algo de mí mismo, te dices; en la tierra, toco la arcilla que soy y me reinvento creación, suceso prodigioso, vara de nardo con inteligencia. Vuela de mí un pájaro, una idea, parecidos acontecimientos; ambos dicen, ambos hablan. Me muevo en el ámbito de la maravilla, digo, y me extasío contemplando la caída de una hoja del árbol, porque en ella caigo yo, intento un vuelo, un sueño; caigo, dices, pero vuelo. Los sueños vuelan. Dijo el poeta: «Anoche un fresno / a punto de decirme / algo -callóse».  (Ladera Este). Era un sueño de Octavio Paz; un sueño venido del lodo, y que se hace poesía en el poeta, en su alfar de la palabra. Es el fresno con la palabra en la punta de su lengua vegetal, que va a decir, y calla; aunque ya esté dicha la relación entre fresno y poeta, en el poema. Isidro era labrador, y santo, por amante de la tierra. Amando la tierra, se diría, me amo a mí mismo y al Dios que la forjó. Isidro araba la tierra, la abría, para encintarla. La encandilaba de sol y lluvia, y así la hacía dar fruto, parir. Hoy, en su día, felicito a la tierra y al santo, y pido, Diario, amar la tierra como amamos el cielo, donde las estrellas, donde los sueños, o fresnos (19:51:12).

jueves, 14 de mayo de 2015


14 de mayo de 2015. Jueves.
MURIENDO EN LA ESCRITURA
 
Con visera y pancita, en el abecedario. F: FotVi
 
-Es difícil escribir; pero no lo es menos no hacerlo. Hay veces que se respira en la escritura, en lo que dices, en lo que cuentas, y ardes en lo que respiras, y así vives, ardiendo y dejando tus incendios como señal de que has existido, de que estás, de que no te has ido. Vives, pues, muriendo en la escritura, en su maravillosa y terrible soledad, en su verdad, en su mentira, en su amor y desamor, en su grito que apenas grita, muriéndote y viviendo. Se muere en la escritura, cada vez, un poco, desangrándote quizá, hasta que vives para siempre. Dios escribió en los profetas, y se oyó en ellos, y luego calló, en ellos, y dejó que hablara lo que él había escrito en los profetas, y es el silencio más expresivo que existe, silencio que siempre habla, si se lee. Recuerdo la primera vez que escribí una letra: el lápiz, la mano, mi mano, guiada por otra mano suave e imperiosa, a la vez miel y decisión, sutileza y martillo de yunque, mano de Sor Matilde, monja. Me guiaba la mano para que escribiera la letra a; la a, con visera y pancita, y un pequeño ojo blanco en el centro. Así la describía ella, así me la hacía pensar, con visera y pancita, la a, la que iba delante de agua y aire, y de amor, y al otro lado de la m de madre, la que estaba escribiendo, con violencia en el papel. Y la lengua fuera, y la respiración a saltos, y la monja llevándome la mano, con decisión de rayo. Enseñándome a andar por las letras, por sus selvas de belleza y pavor, y asombro e interrogantes, y parpadeos, y definiciones de las cosas, enseñándome a escribirlas. Llegué a casa y dije: «¡Sé escribir!»; y madre: «¿A ver?»; y repetí la gesta, escribí la a, y madre, llevándose las manos a la boca, dijo: «¡Ohhh!», con teatro, simulando admiración, y yo reí, y maravillado por el asombro de mi madre, dije: «¡Sé escribir!», y me fui a jugar, tanto, que, en el juego, olvidé que sabía escribir. Que ¿por qué cuento esto? Porque gracias a aquella letra primera rasgueada, rayada por mí, hoy, Diario, puedo escribir Nepal, y dolor, y les daría mi vida, y les ayudaré, y les estoy ayudando, y ¡Dios!, desesperadamente, y, aun tratando de disimularlo, lloro, y lo escribo (12:54:18).

miércoles, 13 de mayo de 2015


13 de mayo de 2015. Miércoles.
ATRAPADO
 
Atrapado en el árbol, junto al Mar.
 
-Lo tuve atrapado, al Sol, ayer tarde, en las ramas de ese árbol, y le hablé, y me habló, y nos reconocimos: las cosas y yo somos un poco él; con la tierra y el agua, somos él; somos tierra y agua, y sol, y el soplo aquel que nos dio el poder de hablar y soñar, y de atrapar el sol en las ramas de un árbol… Pero, al fin, lo dejé ir, debía seguir su camino y hacerse luz en otros mundos… Y ser libre, como yo, como tú… Lo dejé ir, Diario (20:51:11).

martes, 12 de mayo de 2015


11 de mayo de 2015. Lunes.
¡EL GRITO!
 
Grito de vida, en el árbol. F: FotVi
 
-He sufrido pesadillas de toda clase y color, y pavor; tan terrible alguna, que, como esta vez, he tenido que usar el grito para salir de ella. Gritas, y por la abertura del grito, por el túnel que es, escapas de la pesadilla. El grito, que, aun despierto, casi siempre es puerta de salida del miedo o la locura, o de la alucinación. Gritas y escapan la ira, el pánico, la angustia, hasta salen volando los pájaros de mal agüero que hay en el árbol de tu cabeza. Gritas y salta todo haciéndose vuelo que huye, como una exhalación del miedo, escapando. Pues entré en el sueño y me dormí en paz y bien. Iba y venía yo por el sueño, sin altibajos en la respiración, sosegado, como deslizándome por el filo blanco de una ola, feliz, y de pronto, zas, la pesadilla, y se me desquició el sueño, su castillo de naipes se me vino abajo. El sueño derivó en que era lunes y nunca saldría del lunes, con rejas el lunes, apresado yo en el lunes, en su tela de araña viscosa y cruel, sedosa y fiera, y para siempre; y, abatido, entonces, me dije que ser huésped del lunes para siempre sería algo así como estar oyendo toda la vida al mismo político (o ser mitrado) largándote el mismo mitin, la misma prédica, en cualquier infierno, siempre, repitiéndose, como un eterno lunes, como un eterno golpear del martillo del herrero. Y desesperé; y ahí seguía, desesperando. Enredado en el lunes y oyendo palabras vacías, extrañas, porfiadas, hasta que di ¡el grito!, y, yéndome por él, con miedos, aterrorizado, salí del mal sueño, que daré en llamar, Diario, pesadilla de lunes, o lunes en tiempo de elecciones, o qué pesadez los mítines (aun los episcopales), o…; y ¡vuelvo a gritar!, pero de felicidad esta vez (20:20:26).
 
 

viernes, 8 de mayo de 2015


8 de mayo de 2015. Viernes.
LA FIEBRE DEL VOTO
 
Pensando si dar su voto o no, en las Salinas. San Pedro del Pinatar, F: FotVi 
 
-Yo, ciudadano olvidado (y libre) del mundo, me siento de pronto solicitado, exigido con furia, me necesitan. Si fuera un bebé o una abuelita, digna de cuento de Caperucita, se llegarían y me besarían, y, si trabajador de azada o de andamio, me darían palmaditas en la espalda, sin romperme: se mancharían. Se llamó la fiebre del oro (California, mediados del siglo XIX), a aquella locura (sueño) de arañar en la orilla de los ríos para dar con el preciado metal, símbolo de la riqueza (y del poder bancario). El metal de corazón de sol, que dijo el poeta. Pues, así como entonces fue la fiebre del oro (y no del moro), ahora es tiempo de la fiebre del voto. «¡Dame tu voto, por favor!», me lloran. Unos y otros, como hienas. Se llaman políticos, y medran en la cosa pública, mordisqueando acá y acullá. Todos somos pecadores, pero los hay entre ellos, los políticos, que además roban. Y como tú, y usted, y el delfín que salta para tocar el cielo (¡ay, casi lo ha tocado!) y el oso perezoso (el Milursus Ursinus, es un decir) y la letra k de mi DNI, pecamos de ingenuos, cada vez, cuando toca, los políticos nos piden, además, nuestro voto; no les basta con lo que nos detraen por otros conceptos, como por el hecho de respirar o de contemplar febriles el paisaje, o echarles migajas de luz (de pan) a las palomas en el parque. (Sin ir más lejos, en Torre de la Horadada -Ayuntamiento de Pilar de lo mismo, city-, he de pagar por pisar la baldosa de entrada a casa, y cada año ocurrirá lo mismo: 25 euros. O pago 25 euros o he de saltar si deseo acceder a casa; la baldosa es sagrada y no se pisa). Pues, no, me he dicho. Mi voto tiene un valor, y ya jamás lo daré gratis; y no me valen promesas. ¿Quién da más por mi voto, por escrito? Lo vendo sólo por un poco de honradez y un mucho de respeto, por escrito. Y, por favor, no me den palmaditas en la espalda, pueden manchar sus costosos trajes con mi yeso de hijo de albañil. Y, como dijo el poeta argentino Héctor Viel Temperley en un verso largo y terrible: «Es mi parte de tierra la que llora por los ciruelos que ha perdido». Que todo calle y escuche, y no pisen el silencio, Diario, ni en tiempo de elecciones, por favor (19:34:24).

miércoles, 6 de mayo de 2015



6 de mayo de 2015. Miércoles.
LA NIÑA DEL ABRIGO ROJO
 
La niña del abrigo rojo, en la Lista de Schindler. F: J. Kaminski 
 
-Anoche vi una película de escalofrío, alarmante por lo que denuncia, acusación lírica y pavorosa a la vez, y profética, porque vislumbra que, quizá antes que luego, pudiera repetirse esta misma página de Apocalipsis que en ella se describe. Ideologías y sistemas políticos como el nazi (nacionalsocialismo), de colmillo de lobo, feroces, nos acechan desde casi todos lados, desde ahí mismo, al otro lado del Mediterráneo, desde nosotros mismos. El Estado Islámico (EI). Nos viste el pasmo de lo terrible, dijo el poeta. Es un modo de decir que estamos indefensos ante cualquier ocurrencia totalitaria y diabólica, ciegamente salvífica, con un dios menor, el de la guerra, como inspirador y libertador. Anoche vi (otra vez) La lista de Schindler, esa obra de arte de la estupefacción y el pasmo ante la maldad sin causa, porque sí, donde se archiva lo del «el ser humano es bueno por naturaleza», un dicho que no llega a creencia, pero casi, y que no es verdad. El ser humano (o esa gracia divina, quizá, que fue), puede llegar a ser perversión, y lo es, y lo ha sido en tantos trechos de la historia, y lo estamos siendo. Desde Caín lo está siendo, o desde más al principio, desde la metáfora aquella de la serpiente dando a comer a la mujer una manzana perversa. La manzana de la soberbia y la hinchazón, o de un diablo coronado de humos: seré, quiero ser más (más que Dios: la Biblia); «Dios ha muerto», se dijo, y se reinventó en Hitler, y en Stalin, y en otros; y así un día y otro, hasta el suicidio colectivo. En Alemania, 1933-1945. En la Unión Soviética, 1941-1953. Y hasta hoy: el EI. De la película de Spielberg nos salva (me salva, hay salvación) la misma lista de Schindler (1.200 judíos salvados de las cámaras de gas) y la niña del abrigo rojo, que, con mirada perdida, limpia, de ángel asustado, es incómoda realidad (su inocencia) incluso para el ambiente en blanco y negro en el que se movía aquel terrible drama, aquella humanidad despavorida, sin más asidero que el de la fe, tal vez, o el de la muerte misma, para acabar, para dejar el sufrimiento en el cuerpo sin vida, donde ni el dolor, al fin, duele. Decía Octavio Paz, con belleza desesperada (o a punto de hallar asidero): «Soy hombre: duro poco / y es enorme la noche. / Pero miro hacia arriba: / las estrellas escriben. / Sin entender comprendo: / también soy escritura / y en este mismo instante / alguien me deletrea». Es enorme la noche, Diario, pero yo miro hacia arriba, intentando leer lo que las estrellas escriben, para intentar comprender (11:36:20).

lunes, 4 de mayo de 2015


4 de mayo de 2015. Lunes.
COLMADA DE PLENITUD
 
Madre Francisca, o madre excelsa. F: FotVi
 
-Pasado el día oficialmente mercantil de la madre, yo sigo celebrando el día personal y obligado de mi madre. Como cada día. La llevo en el recuerdo y en los labios; labios donde la pongo, diciéndola, con frecuencia. «¡Madre!», digo. Y, como el hueso de la cereza o el melocotón, y luego de haberla masticado, comido, exprimido durante toda mi vida, la encuentro todavía dulce y hermosamente amarga; es decir, madre almendra, almendra total. Murió con todo su ser de madre todavía y un poco de cuerpo y sonrisa (irónica) apenas. Bien mirado, y pareciendo tan poca cosa, era todo el universo, con todas sus verdades y misterios, y dilatándose siempre, enfebrecida por darse siempre. Y, habiéndolo dado todo, murió, sin embargo, colmada de plenitud. En su vejez (99 años y unos meses), apenas había ya cuerpo en ella; pero seguía habiendo madre, madre excelsa; es lo que sucede a estas personas únicas y varias, y memorables. Rezaba y rezaba («Seis rosarios y lo suelto», decía, al día) y casi nunca por ella; también daba los rezos, como había dado los ojos, las manos, los pasos, la vida. Y aun las lágrimas. Cuando murió su hijo Javi, su predilecto, pudo decir, con todo amor: «Ya no me quedan lágrimas para llorar». Y quedó llorando por dentro, donde las lágrimas arden. Y sin nada, murió rica, Diario; es decir, murió con todo lo que había dado. Gran riqueza la suya (20:15:04).

viernes, 1 de mayo de 2015


1 de mayo de 2015. Viernes.
CON ESTRÍAS BLANCAS DEL YESO
 
Mar laborioso, incesante, múltiple. Mar Menor. Los Alcázares. F: FotVi
 
-Aunque a veces saltara por los aires, de mi padre recuerdo, sobre todo, su bondad innata y sus manos grandes, como hechas de paz y dunas, con estrías blancas del yeso. Era albañil, como mi madre lavandera, y, con majestad de virtuoso (sin serlo), hacía acordes llenos y puros en la guitarra, como de lluvia cayendo, torrenciales. Era una caída bella de música y ritmo, la lluvia de sus acordes. Madre, por el contrario, tenía las manos más lisas y claras, y oficiaban mejor el tacto de la ternura. (En mis dos hermanos enfermos, sobre todo). No obstante haber sido tallada en dureza, era tierna sin embargo mi madre, como una roca con alma de cerezo y silencio, y pan. Un día le dije a mi padre: «¿Cómo es el mar?» Y extendió la  mano y la abrió, y dijo: «Así: el mar es plano y con olas». (Ya he dicho que tenía estrías blancas del yeso). Y siguió: «Sólo que más grande; el mar es mucho más grande, como el cielo, y tan azul». Y calló; y miró al infinito, y quedó paladeando sus palabras, soñador, repitiendo en sus ojos el mar que había descubierto en la mili. Allá, en Barcelona. Él, mirando al infinito, y yo, absorto en la contemplación de su mano abierta, dilatada, con destellos de fantasía. «¡El mar!» Y, cuando años más tarde lo vi, no sólo vi el mar, sino la mano de mi padre enorme, abundante, celeste, con estrías blancas de yeso (la espuma); y me dije: mano ruda de albañil el mar. El mar laborioso, incesante, múltiple. Hoy, día del trabajador, he ido al mar, Diario, y lo he mirado, y me ha devuelto a mis recuerdos, aquellos en los que me fui haciendo persona, ensoñación, fe, y el ahora que entonces era mañana (21:15:50).

jueves, 30 de abril de 2015


30 de abril de 2015. Jueves.
INSPIRAR
 
Belleza diciéndose en silencio, en el jardín. F: FotVi
 
-Se me ha aparecido Dios y no me ha dicho nada, dijo el sabio. Y es que -siguió el sabio- Dios no dice, no habla, sólo inspira. Como la palabra oculta inspira al poema y este al poeta, así Dios inspira en el interior, donde el alma y los sentimientos, donde anda el incendio sublime del silencio que escucha. Y seguía el sabio: Si prestas oído a tu silencio interior, oirás lo trascendente, que, sin decirse, se oye, y que sólo lo percibe quien desea escuchar. ¡Escuchar lo que no suena, pero está! ¿Que por qué digo esto? Seguramente porque últimamente oigo menos mi interior y me doy más a escuchar la palabrería de mis alrededores, palabrería que dice cosas sin decir, o con mucho ruido, y con pocas nueces. Trompetería, en todo caso, diabólica, que exuda baba de lobo, y vileza. Cosas tontas, aunque se llamen intelectuales; o «alíricas», aunque se estampillen como poéticas; o atadas a lo políticamente correcto, aunque se revistan de libre expresión. Y concluyó el sabio: «Me retiro a mi interior, donde estoy yo, sin mentiras, tal cual soy, tan libre allí, tan todo, y de todo», y se fue, y ya no estuvo, no lo vi, aunque lo sentía. Estas y otras cosas me dijo el sabio, Diario; cosas que iré refiriendo en silencio, para que se oigan más (20:37:30).

miércoles, 29 de abril de 2015


29 de abril de 2015. Miércoles.
INFIERNOS
 
Frágil vuelo de vida, en el jardín. F: FotVi
 
-Lo he intentado como Dante y no he sido capaz de entrar en el infierno. Ahora los infiernos los producen a la par el hombre y la naturaleza. Terribles. Hay infiernos yihadistas (islamistas) sin piedad e infiernos causados por devastadoras catástrofes naturales, igualmente inmisericordes, iconoclastas (dantescos, decimos). Los fanáticos del Corán rebanan cuellos y ejecutan a la historia, destruyéndola; los otros, arruinan ciudades y borran culturas. Infiernos similares, aunque remediable el primero e inexorable el segundo. En Nepal, bajo tierra, se ha dejado oír el infierno, un infierno letal, sísmico, imprevisible, con voces de muerte. Muere el hombre, Diario, para renacer de nuevo; o el misterio de la vida y de la muerte, y de la resurrección (21:01:11).

lunes, 27 de abril de 2015


27 de abril de 2015. Lunes.
EL MILAGRO DE LOS SONIDOS INTELIGENTES
 
Bel canto, desde el jardín. F: FotVi
 
-Las palabras deben (o debieran) servir para entenderse. Cualquier lenguaje, aun el expresado en jeroglíficos, ha tenido por fin siempre decir cosas y que éstas fueran entendidas. Decir cosas, o el milagro de los sonidos inteligentes. Ahora mismo oigo a un pájaro cantar, desaforado, como revestido de una cierta locura, y pienso que quizá sea su jeroglífico o escritura musical con la que me quiera decir «¡estoy enamorado!» Canta el pájaro y trata así de revelarse, de decirse desde dentro, de decirme tengo un latido, tal vez un sentimiento, decirme: «¡vivo!» No me explico el canto del pájaro para no decir nada, extasiarse en una música tan ingente sin significado. El lenguaje de los pájaros es un lenguaje universal; en él siempre se entienden la lindura y la alegría, y la comunión con la naturaleza. Y desde siglos, se expresan con el mismo pentagrama lleno de las mismas o parecidas notas musicales. Hay música en el trino de los pájaros, un lenguaje hecho de bel canto, excelso casi siempre, y se entiende. Y por supuesto, un lenguaje universal es mejor que otro de claustro y argot, aunque sea joya y luz del pasado, arqueología lingüística; pues, como decía Alfonso Reyes, escritor mexicano: «Si a los cultos estuviera confiado dar el aliento a los idiomas, todavía estaríamos hablando en latín». Sería hermoso, pero no práctico. No práctico ahora, en este punto de la Historia. Una joya sólo se entiende o en el irradiar luminoso del cuerpo de una bella dama o en el sancta sanctorum, oscuro, de una caja fuerte, lugar siempre de noche y miedos. Lo universal es dilación, acorde, galaxias; lo particular es confidencia, susurro, quizá una íntima y bella confesión, pero nada más, o nada menos. Se me hace cuesta arriba, un Everest, pensar que alguien hable para que no le entiendan, o le entiendan poco, o mal. Si digo «paz», Garicano (entrenador del Sociedad Deportiva Éibar), me entienden millones de oyentes; pero si digo «baké», sólo unos pocos cientos, a los que deseo paz (baké) y no «guda» (guerra). A veces, las lenguas, Diario, nos confunden y alejan, cuando debieran ser lugar de encuentros, con la pipa de la paz (baké) siempre de por medio, y encendida  (19:45:42).

sábado, 25 de abril de 2015


25 de abril de 2015. Sábado.
CON LA BOCA HECHA AGUA
 
Ejerciendo de luz, humilde, en el jardín. F: FotVi
 
-Hay quienes (un servidor entre los quienes), tras contemplar algo deleitoso, como -ejemplo- un trozo de pan mojado en aceite y rociado de sal, o un gajo de naranja, con sed, solemos decir: «¡Se me hace la boca agua!»; sin pudor lo solemos decir, y sorbemos con deleite la gloria del bocado, que queda sólo en saliva romántica, soñadora, o saliva salivándose. Se «resaliva» la saliva en la boca y, en la saliva salivada, se «regusta» lo aún no gustado. Es un milagro gástrico, emocional, tal vez intelectual. Contemplada la justicia, es fruto que nos invita a morder en ella, en su exquisito aspecto, en su olor y presencia, y solemos celebrarla aunque no la hayamos ejercido (catado) nunca. «¡Ah, la justicia!», y se nos hace la boca agua. Se nos ríen los huesos y hacemos loas encendidas de la virtud, que, sin embargo, quizá, no practicamos. Ser justo no se estila mucho, aunque sí celebrar que exista y se puedan decir bondades de ella. Cualquier ideología, filosofía, u ONG sentimental que se precie, dice bien y hace elogios de la justicia, denunciando a la vez la injusticia, esa mueca terrible de nuestra sociedad seminconsciente y vacía, vivalavirgen. La justicia es bocado dulcísimo, pues, en boca de cualquier sensibilidad, pero más en boca del adulón o demagogo, del mago de la pirotecnia engañabobos. (¿Por qué me da ahora por pensar en políticos, intelectuales, algún eclesiástico, y, en general, toda la alfombra roja por donde pasa, solemne y brava, y aun lírica, a veces, la progresía?) ¿Y Juan Goytisolo? Tan breve fue su discurso en la entrega del Premio Cervantes, que sólo se le notó su amor por la justicia (quizá); y su encono por casi todo lo demás (también). Dolido este hombre, trasmite dolor; herido este hombre, destila heridas sin cicatrizar. Destapa «un panorama sombrío», pero no veo que se implique en encender alguna luz que despeje estas sombras; la luz (quizá) la encienda (sólo luz de cerilla tal vez, pero luz) una monjita en Nigeria o un voluntario en Eritrea, defendiendo la justicia allí donde ejerce la injusticia. Implicándose, enredándose, haciéndose un lío con el sufrimiento, no sólo denunciarlo, allí donde duele. El poeta chileno Huidobro, en su poema Balada de lo que no vuelve, decía: «Disparad contra mí vuestros dardos / Vengad en mí vuestras angustias / Vengad en mí vuestros fracasos / Yo soy invulnerable…». Al estilo de aquel de la cruz, Huidobro se implicaba. Ante estos versos, Diario, se me hace agua la boca de la fe en el ser humano; en el hombre y la mujer que denuncian dándose, implicándose, siendo cruz en la cruz (21:06:30).

jueves, 23 de abril de 2015


23 de abril de 2015. Jueves.
EL LIBRO
 
Día del Libro, en mi Biblioteca, que no es la de Alejandría. F : FotVi
 
-Vino el Libro y me dijo: «Ven, ayúdame a leerme». El Libro, que no sabía leer, me lo decía con letras en los ojos, letras como de lágrimas heladas dejadas sobre el papel. Que así son las letras, como lágrimas heladas de las cosas, de la vida, del mundo, lágrimas que se hacen libro. No son nada de mosca; es decir, excrementitos de insecto; sino lágrimas. Leer un libro es recuperarlo de sí mismo, de su pesadilla de libro enclaustrado en una biblioteca, quizá, aunque sea la de Alejandría, o la de Babel. Hoy, Día del Libro, comprar un libro es darle una alegría al librero y al autor del libro. A la Industria del Libro. Tantos euros y lo compras; y reluce en tus manos el libro entonces, como el agua del mar o la plata de la luna, o la belleza y el bien, y sus antítesis lo feo y lo malo. Todo lo que es vida y ensoñación, y miles de pájaros volando. Pero, si lo compras o lo posees, haz un silencio y óyelo, oye lo que te dice el libro, ese libro que tienes en las manos y te mira; quizá te diga lo que a mí: «Ayúdame a leerme». No lo dejes, Diario, ayúdale a leerse, te revelará cosas, hermosas, te dirá sus silencios, donde andan todas las verdades (21:09:53).

miércoles, 22 de abril de 2015


22 de abril de 2015. Miércoles.
TIERRA BESADA
 
Maternal tierra, en el jardín. F: FotVi
 
-Si nunca has besado la tierra, hazlo, sentirás cómo late. Y besa; la tierra besa, devuelve besos. Ruborizado, su beso es húmedo, mineral, tremendo, sabe a algo parecido a carne de algo que parece carne de madre. Aquella carne de labio que yo besaba de niño y que ahora es mi gozo, en el recuerdo. Besando la tierra, vuelvo a otros besos; a aquellos de mi niñez, intensa, jugosa (de juegos), lenta y veloz, con altibajos de esperanza, hoy se comía, mañana, menos, y el baño en el río, y la escuela, donde, como mi padre de yeso (era albañil), yo me ungía de tinta, o de tiza, y de números y mares, con algún palmetazo en la mano dudosa, esquiva, que me daba el maestro. Besar la tierra y morderla, para, saboreándola, respetarla. Si nunca has besado la tierra, hazlo, sentirás cómo sufre. Y muere; va muriendo, como el ave untada de petróleo, como el delfín en una red de arrastre, como la ciudad vestida con el sayal negro de la contaminación. Besa y muerde la tierra para que las sientas viva, ahora que todavía es tiempo, ahora que «un viento de Dios aún aletea por encima de sus aguas». (Génesis). Si nunca has besado la tierra, hazlo, sentirás su llanto, su pavor de morirse. Si nunca has besado la tierra con amor, Diario, hazlo, para que no se nos muera de tristeza y dejadez, y vuelva a sentirse estimada y tierra madre de nuevo, hoy, día de la Tierra  (19:37:27).

martes, 21 de abril de 2015


21 de abril de 2015. Martes.
LA ESCUELA
 
El mar, en la mar.. F: FotVi
 
-La escuela; y un niño (13 años), que mata. Vamos de tragedia en tragedia, o el juego de la oca de la impiedad y de la muerte. Título: Sociedad (la nuestra) herida de muerte. A cada tragedia, sucede la lógica y nerviosa conmoción o sacudida social inmediata. Pero la vibración, el temblor horrorizado que causa la tragedia, sólo dura mientras nos alcanza el miedo; luego, pasada la página, la del olvido, se decide no hacer nada; o seguir viviendo en los mismos egoísmos y errores que fueron origen de la tragedia. Sostenía Alexis Carrel (médico y Premio Nobel francés) la imposibilidad de «educar niños al por mayor». Aulas atestadas, donde por lo visto se contagia todo (parásitos, insolencia, acoso), menos la sabiduría y la insustituible otra ciencia de la instrucción en los bienes éticos y sociales, que apenas se estilan. La ciencia suele llegar a causa del profesor, pero no la desfachatez y la necedad, y el dislate moral en aulas con una selva dentro, cargadas de electricidad maleducada. Seguía el Nobel francés: «La escuela no puede ser el sustituto de la educación individual». La escuela no puede sustituir en la formación del niño a la familia, donde el niño es más uno, más él, más centro de atención, con nombre y apellidos propios, exclusivo. Sin mimos, el niño, en la familia, debe sentir más cerca el amor, la piedad, la palabra que ayuda, el gesto amable y también la corrección serena, la dulce, pero eficaz, enmienda. Luego la escuela completa, ordena el puzle, hace la maravilla; es decir, acaba al hombre. En su obra El libro de los abrazos, Eduardo Galeano narra la historia de un padre (Santiago Kovadloff) que lleva a su hijo Diego a descubrir la mar. Y «después de mucho caminar -cuenta-, la mar estallo ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor que el niño quedo mudo de hermosura. Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre; -¡Ayúdame a mirar!» La escuela de la mar estaba allí, tendida, dilatada, voceando belleza; pero quien podía ayudar a mirarla, a llevar la mar a los ojos del niño, a hacerle saber su hermosura, Diario, era el padre, y nadie más; o alguien como el padre (20:38:34).

lunes, 20 de abril de 2015


20 de abril de 2015. Lunes.
UTOPÍA Y TRAGEDIA
 
 
 
Utopía a punto de echar a volar, en el jardín. F: FotVi
 
-Abro el libro del día y leo: «Alegre la mañana», y me dispongo a obedecer al libro. Deseo alegrarme en la mañana, «que nos habla de ti». De Dios; la mañana, con sus idas y vueltas de las horas, y las hojas, hablando de Dios. Abro, pues, el Libro del Día, donde andan el sol iluminando y la tierra, dejándose iluminar. Dos volcanes, amándose. Es decir, todo coloreado, como en una verdad con colores de dibujo de niño. Pero tomo el periódico y me doy con la tragedia, me salta a los ojos, me los hiere, me los rompe estallándolos; pienso: una más, con tantas otras, pero ésta más pavorosa, cruda, de infierno; infierno más terrible este que todos los infiernos de Dante o Botticelli, porque este infierno es real y aquellos eran infiernos de fantasía y ternura. ¿Alegre la mañana? Porque, al final, en los infiernos de Dios, aunque sean trágicos, siempre está la ternura del mismo Dios. (¡Lo dicen tantas vidas!). Aun para el ateo. Si no hay Dios, confía el ateo (inspiración divina), no hay infierno, es la otra ternura de Dios para el que hace regates a la fe. Decía haberme dado con la tragedia: en el Mediterráneo. Casi mil almas. Eran de Libia y soñaron con una vida mejor: celeste, dulce, libre, con auroras y atardeceres teñidos de utopía. «La utopía está en el horizonte», escribió Eduardo Galeano; y ellos, fiados en mafias, se fueron hacia ese horizonte, hacia esa utopía, y el mar ahogó ese sueño. Sueño de adultos y de niños, y de mujeres, que, para mantenerse a flote del día a día, no saben nadar más que en la pobreza; pero nadar en la pobreza no es nadar en la aventura, que puede acabar en desventura, en revés. Mil muertos en el mar de Ulises, donde éste hubo de atarse para no ceder a sus cantos (o encantos) de sirena. Aunque a veces mate, la utopía atrae. Sin utopías a las que ir, a las que acudir para vivir, no se hacen caminos. Lo profetizó el poeta: sin el andar, no hay caminos, ni se hallan estelas en el mar, el otro movible e inseguro camino de la utopía. Yo, creyente, rezo; para seguir en la utopía y no caer, Diario, en el helor de la desesperanza (20:21:28).

sábado, 18 de abril de 2015


18 de abril de 2015. Sábado.
¡ESTOY CIEGO!
 
Luz, en la oscuridad. F: FotVi
 
-De pronto, la titulación de una noticia en un periódico que se dice global, puede convertirse en algo obsceno e injusto, por falso. Batalla o enfrentamiento de religiones en una patera, titula El País, que narra luego el hecho de que unos musulmanes arrojaran a doce cristianos al mar. Guerra, batalla, enfrentamiento; es decir, unos pudieron más que otros. No es que el odio de unos pudiera con la fe de otros; se trata de que «ellos eran siete y nosotros ocho, vaya una paliza que le dimos ellos a nosotros». (Canción de mi niñez). Guerrear, o sacar las armas (no las almas) y lanzarse a dar mandobles. Ese titular «batalla de religiones», está más acorde con lo que el progresismo agnóstico, líricamente ateo, a veces tiránico en lo intelectual, piensa sobre la religión y sobre el cristianismo en particular. Para El País (global) y sus arribistas y convictos siguen las guerras de religión, aún; y no la guerra de la barbarie contra todo lo que no admita que en el paraíso islámico hay huríes que te hacen la manicura y pagan favores al que muere matando. Matando infieles. O que el dios Eros, en el paraíso yihadista, calma deseos y pone gotas irresistibles de clamor emocional al goce erótico. Por lo visto, sólo hay muertes heroicas, y con enemigo que mata sin causa, o por delirio enfermizo, en dibujantes del Charly Hebdo y sus próximos. Sólo se detecta lo terrible y demoníaco en aquello que hiere la ideología, no la fe; siendo así que la fe busca lo que trasciende más allá de la ideología y es perceptible sólo en el otro mundo al otro lado de los sentidos, donde habita la vida interior, o la luz de la vida. Lo que alienta. Pero hay filosofías -el llamado escepticismo nihilista- para las que, lo que no revelan los sentidos, no existe. Y, cuando lo más sencillo sería comprobar si lo que falta es luz y decir «no hay luz, encenderé la lámpara», la vorágine del no veo nada, «¡estoy ciego!», se hace, sin embargo, epidémica en nuestro mundo. «¡No veo!», se grita, y se echa mano entonces de la «nada», para acabar de apagar toda esperanza. No hay guerra de religiones; sólo se trata, Diario, de odio. Fe de un lado y odio del otro, con la «nada» como horizonte pavoroso (20:51:12).

jueves, 16 de abril de 2015


16 de abril de 2015. Jueves.
400
 
Primavera inaugurada, en ABC. Dibujo de Izquierdo. Año 1970. F: FotVi
 
-Sol y pájaros: buen comienzo del día, con lírica de primavera. En esta mañana es audible la música de lo primaveral, tan de Vivaldi. Música en MI mayor, con un Allegro final (o Danza pastorale) que sublima el día. En esta mañana de gozos, yo rezo un aleluya y hay pájaros y cosas que me contestan con otro aleluya, o con un renacer de luz. Pablo Neruda, en unos versos descriptivos y blancos, apacibles, dijo: «El pájaro ha venido / a dar la luz: / de cada trino suyo / nace el agua. / Y entre agua y luz que el aire desarrollan / ya está la primavera inaugurada…». La primavera y el terror; el tiempo se amolda a la emigración desesperada. Sol y pájaros, y emigrantes con niños, además, que mueren en el mar. Diluyen sus esperanzas en el líquido que los ahoga. El buen tiempo les atrae: el sol, la luz, y, como el pájaro, cantan su himno de libertad y de ensoñación, imaginando que Europa es un paraíso, y se precipitan a lograrlo. El sol y la luz les hacen soñar paraísos, que luego resultan ser su tragedia. 400 desaparecidos en las costas italianas, con niños que tal vez no conocían el mar y les emocionó verlo por vez primera, hasta que, meciéndolos en su furia seca y terrible, los durmió en su regazo para siempre. Venían de una tragedia y caen en otra, definitiva. Europa, con llanto en los ojos (o sin él, quizá), mira hacia otro lado, y eso a pesar de que, salvo en el infierno de las mafias, Europa empieza a notar la falta de niños. Europa sin niños; es decir, sin mañana, vieja. Hoy, día mundial contra la esclavitud infantil, el lamento es doble; pero sin soluciones. No basta con llorar, Diario, hay que ponerle amor a las lágrimas, como voz al silencio del poema, para que suene y diga su bondad, su belleza (20:21:18).

miércoles, 15 de abril de 2015


15 de abril de 2015. Miércoles.
UN ALIVIO
 
Frágil Naturaleza, en el jardín. F: FotVi
 
-Tuve un amigo de apellido Valenzuela (Arturo), que militaba en la categoría de científico, pero con la humildad del que siempre está aprendiendo. Era profesor, con la sabiduría de serlo. Y, aun siendo profesor, no había perdido la lucidez del asombro; es decir, era un sabio con ojos de niño que cumplía el protocolo feliz de dejarse deslumbrar, cegar por lo bello. El científico es el que nunca deja de estar en situación de aprendizaje. Enseñaba Ciencias Naturales, pero, al tiempo y debido a la sorpresa que le causaba esta misma naturaleza, daba en ser alumno de sí mismo. Al enseñar, se gozaba aprendiendo: el bicho asustadizo, la fugaz florecilla silvestre, la piedra recóndita, el fósil envuelto en silencios de siglos, lo cautivaban como al niño la peonza. Jugaba a ser sabio con la peonza de la ciencia, y como tal juego de peonza, atractivo, dulce, no macizo, enseñaba. Ciencia metida, pues, en la cabeza de los alumnos (alumnas en este caso) a modo de danza de peonza, o de sabia diversión. Y como intérprete con él de todo ese mundo casi de fantasía científica, le acompañaba la ironía y el buen hacer del profesor Miguel Cáceres, su ayudante (o fiel confidente), que tocaba los fósiles como si fueran seda o luz de siglos, con la delicadeza del que puede romper un sueño. ¿Razón de este recuerdo, de este destello del pasado? Haber leído ayer el apellido Valenzuela y por una causa tan válida y bella como la que he evocado. La Hermana Valenzuela (Teresa), y en representación de las Adoratrices, recibía el Premio de Derechos Humanos Rey de España, por la labor de estas monjas en favor de las mujeres víctimas de cualquier tipo de explotación. Es un alivio. A veces, brillos de luciérnaga, pequeñas chispas de yesca, Diario, iluminan nuestra sociedad apagada, egoísta, trémula por tantos fríos de inviernos sin moral y sin sueños, sin sol al que agarrarse; sin brújula, digamos (19:47:13).

lunes, 13 de abril de 2015


13 de abril de 2015. Lunes.
METERSE EN LÍOS
 
Iglesia bizantina, en el Valle de Göreme. Capadocia. Turquía. F: FotVi
 
-Libre de escorpiones en el vientre, ya hoy me siento más liberado. De la noche de ayer a la de antes de ayer, va un mundo. Un mundo feliz, que diría Aldous Huxley. Ayer, atado al vientre, a sus enigmas gástricos, a sus intempestivos sobresaltos nocturnos; y hoy, libre, por fin. Cuando se sale de cualquier esclavitud, aunque sea biológica, la libertad es más conmovedora, más bella y expresiva, más aleteo de ave, sabe mejor. Opto, pues, por la libertad, mi libertad, toda libertad, la que nos damos unos a otros, y que a veces nos usurpamos. La libertad de los que hablan y dicen lo que sienten, sin filtros ni eufemismos que hagan parecer armonioso lo que es infame. Ejemplo: el papa Francisco denunciando el genocidio armenio en el siglo pasado. Un millón de muertos, y, tras un siglo, un silencio de tumba por respuesta. Hasta que, al cabo del tiempo y desde la libertad, se deja oír una voz que parece clamar en el desierto. Pero que, no obstante, clama y, como la del Bautista, quizá llegue a oírse, aunque le cueste la cabeza, en la casa del rey. En un diario, El Confidencial (que parece serio), se lee: «El Papa se mete en líos: un sermón sobre el genocidio armenio enfurece a Turquía». Este diario considera que decir o denunciar la verdad es «meterse en líos»; por lo que la conclusión salta a la vista: olvídese de la verdad, le puede hacer meterse en líos, mejor dejar que el fuego arrase el bosque. No importa que el «lío» signifique denunciar una injusticia, que perdura, impune, en el tiempo; no hay que meterse en líos. Y todo, porque los pequeños dioses del gran país que es Turquía, ante la denuncia, se han enfurecido. Ocurrió hace un siglo y se han enfurecido ahora, sin arrepentimiento en el intermedio. El Papa señaló, sin embargo, que «es necesario recordar. Es más, es un deber, pues donde la memoria no vive, el mal mantiene abierta siempre la herida». Y las heridas suelen cicatrizar con el recuerdo y el dulcísimo azúcar del perdón, que, disuelto en el café amargo (y hermoso) de la vida, Diario, hasta puede acabar por endulzarlo, quizá (21:05:27).