3 de septiembre de 2015. Jueves.
LUZ EN LA LUZ
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Donde se recoge el llanto, en el jardín. F: FotVi |
-Anteanoche, de madrugada (5:30), llovió, y como a escondidas. La lluvia
tamborileó en la cosas, y éstas sonaron a celebración. Como si corrieran
gacelas en la noche. Desperté, y oía gacelas. Corrían en mi cabeza y en la
noche. (Lo que ocurre en la cabeza, sucede fuera). Yo me alegré por las
gacelas, y por poder oírlas en mi cabeza, detrás de los ojos. Las gacelas y mis
ensoñaciones se confundían, y me arrebataron el sueño, el lugar donde se
ensueña. Luego, ida la lluvia, me dormí con las gacelas, y soñé que yo corría a
su par, y que, en ellas, me hacía libertad y vuelo, chispa de luz saltando, en
el bosque. Mas, al despertar, el sueño se hizo túnel de tragedia, fiereza para
la contemplación; los ojos se llenaron de espanto, y ya no hubo gacelas, sino dagas
en el alma. Tragedia. Por si yo también soy culpable, me arrodillé ante la foto
de Aylan Kurdy, el niño sirio (sólo tres años) desparramado en la playa, hecho
un hermoso y estremecedor despojo celeste sobre la arena, y recé. Las gacelas
se han detenido en el bosque, y lloran conmigo; también contigo, quizá. Y el
mundo es más pobre, y más andrajosamente inhumano, y lo notan las gacelas, y el
mar que ha depositado a Aylan Kurdy a la orilla de su llanto de agua y
estrellas, de su ira irracional y bellísima, en la arena, donde él también
muere, adelgazado y sufrido, en paz; pero ¿y tú, y yo, y los fatuos líderes del
planeta que no saben atajar guerras y locuras, histerismos de insectos sin
conciencia, y que viven absortos solo en su vanidad y bajeza, tomamos conciencia
de que, con la muerte del niño sirio y tantos otros niños, el mundo es más
pobre, más inhumano, más inhabitable? Sin embargo, leo a Umbral y me viene a
los ojos un silencio clamoroso de luz. Ante la muerte de su hijo (seis años), y
luego del abatimiento total, surge, se eleva, escribe: «Tu muerte, hijo, no ha
ensombrecido el mundo. Ha sido un apagarse de luz en la luz. Y nosotros aquí,
ensordecidos de tragedia, heridos de blancura, mortalmente vivos, diciéndote». Decirte,
niño sirio; deciros, niños que sufrís las heces del egoísmo humano, su avieso
mirar para otro lado. Es lo que yo puedo hacer y lo hago: deciros. Decirte, Aylan
Kurdy. Quizá, Diario, la luz apagada y cegadora de la muerte de Aylan Kurdy,
nos haga ver, aunque acuciados por el llanto, la Luz, y nos salvemos así de
notros mismos (12:04:20).