jueves, 24 de noviembre de 2016

24 de noviembre de 2016. Jueves.
DESCOMPOSICIÓN

¿Por qué no una rosa?, en el jardín. F: FotVi

-Vivir en el odio perpetuo, debe ser como vivir en un fuego que no cesa. Como vivir, muriendo, en una hoguera. Amos Oz, en su novela Tocar el agua, tocar el viento, y tratando de describir un ambiente perverso de soldadesca depravada «por un millar de deseos viles», dice: «Un hastío pesado y embotador lo cubría todo con una capa de pútrida descomposición». Y lo que se descompone, hiede. Hiede nuestra sociedad, y por tanto hiede, repugna, apesta todo (o casi) lo que es ella. Hiede la política, las redes sociales, cierto universo cabreado de la prensa, los que se perdonan a sí mismos y no lo hacen con los demás, los engreídos, los mutilados intelectualmente, los cicateros en dar misericordia, los tontos útiles, los que imponen leyes que ellos no guardan, los serviles, los que afligen bancos, los que llevan y no llevan corbata como impostura, los que pasean barbarie y demonios y revólveres verbales al cincho de su intolerancia, los matones, los puros sin virtud, los catetos instruidos en furia y no en letras, en fin, los que lloran sin lágrimas o sólo con lágrimas de cocodrilo, los monstruos sin un latido -nunca, jamás- amoroso. O vivir -sin vivir- en el odio, destilando hiel por el colmillo endemoniado de la perversidad. Estimo que hay que someter a examen las palabras, y los silencios, y todas las purezas e impurezas de la vida, y observarlas fríamente, sin pasión, con la humildad del que ve que su vida acaba y quisiera que ésta hubiera sido otra, más floresta y menos roca, más paz y menos guerra, más amor. Ha muerto Rita Barberá, Diario, ha muerto el cebo de la ignominia, el pimpampum de la infamia, el silencio que se moría. Y no es que yo la defienda, sencillamente le ofrezco mi compasión, mi piedad, le ofrezco salvarla en mi interior, como se salva a todo ser herido y abandonado en el camino (19:16:49).

martes, 22 de noviembre de 2016

22 de noviembre de 2016. Martes.
HE OÍDO LLOVER

Día de penumbras, en Murcia. F: FotVi

-Y hoy, al despertar, creí oír música en las alturas, oía llover. Hoy, día de santa Cecilia, patrona (o señora) de la música. O doncella musical. ¡He oído llover! El cielo ha llovido la música del agua, para el pentagrama de los campos, para sus agotadas fauces, para sus paroxismos de sequía. Decía Claudio Rodríguez -ya lo he citado otras veces- que la claridad viene del cielo, y el agua, y el sol, y el rocío, y las auroras boreales, y la vida. Y la tormenta, y el huracán, y el tornado. De la tierra, sin embargo, sube la fe, la esperanza, las raíces que claman para poder ser humedecidas, para sentir la euforia de ser mojadas. Del cielo bajan las estrellas. Y de la tierra sube su reflejo. Parecía que iba a llover. Pero la lluvia se ha ido con la música a otra parte, y ha sido lluvia allí donde siempre se da, donde es abundancia, donde, quizá, no la necesiten. Hoy, en Murcia, ha amanecido un día gris y de penumbras, de soledades, donde la tierra ha soñado ser tierra regada, tierra amada, para, al fin, ser sólo, Diario, tierra desengañada, escéptica, llorosa; una vez más, tierra dolorida (18:11:26).

lunes, 21 de noviembre de 2016

21 de noviembre de 2016. Lunes.
JUGUETES ROTOS

Por los niños de la guerra, en San Blas. F: FotVi

-Me preguntaba: ¿Nos merecemos un niño? En un mundo como el nuestro, ¿nos merecemos la inocencia? ¿Y el poder asombrarnos? En el día universal del Niño, ¿nos merecemos el poder ser como niños? ¿Tenemos la sencillez necesaria, esencial, para sentir que así es? ¿Ser como niños? ¿Tenemos la fortaleza suficiente para ir aprendiendo las letras, los números, tocar la física, experimentar la química, y, en cada hallazgo, dejar que los ojos se llenen de extrañeza, se pasmen, lleguen al embeleso? ¿Al éxtasis? Ayer fue el día universal del Niño. ¿Y qué? ¿Se han parado las guerras donde las bombas, los intereses, la brutalidad, destroza escuelas, rompe niños, mata sueños? ¿Cómo se recoge la mirada absorta, aterrada, de un niño superviviente, y que, despavorido, anda buscando su escuela, sus libros, sus amigos, su maestro? Quizá no haya llanto en los ojos de estos niños, quizá sólo haya confusión ante tanta ferocidad, ante tanto desprecio por su inocencia desgarrada, arruinada, por esa crueldad desatada de la guerra. En el día universal del niño, nos dedicamos a recoger restos de niños rotos, de niños huérfanos de ley y de cultura, de niños, con unos pocos años, que han crecido de pronto, hasta notarse con el corazón lleno de odio, de rencor con metralleta. La noticia: ayer, en Alepo, quince niños fueron sacrificados por los bombardeos que se cruzan entre los rebeldes y la fuerzas leales al régimen de Al Assad, y, entre el fuego de unos y otros, quedan atrapados otros 80.000 niños más, que, de momento, ya han dejado de ser niños; de momento, Diario -sin libros, sin escuelas, sin maestros, sin la luz del espíritu-, ya son juguetes rotos, niños mayores en manos del odio y la saña, niños envejecidos  (11:10:17).

sábado, 19 de noviembre de 2016

19 de noviembre de 2016. Sábado.
LA CIUDAD

Nunca estás solo en el mar, amanecer en La Torre. F: FotVi

-Ayer volví a La Torre, pero con ojos barrocos, llenos de avenidas y árboles gigantescos de ciudad. Y ruidos perversos y estéricos de coches que van y vienen, contaminantes. Y gente con prisas, apurada, con un cierto aspecto de cansancio en su apariencia. En la ciudad, ves la pobreza en las calles con la esperanza de que caiga una moneda en su mano alargada. Esperanza en las manos alargadas, demoradas, persistentes, de la pobreza. En el campo, todo es distinto, más coloquial, más íntimo, más secreto. Y más natural. Afinaban los pájaros; en verano huyen: les espantan los veraneantes que llegan con todos los ruidos y heridas de la ciudad. Una ardilla me saludó mirándome con osadía, o con el gozo de quien recibe complacido a un colega desconocido. Me miró desde su altura -una palmera-, y siguió llevándose dátiles a la boca con sus patas delanteras; sin inmutarse, comiendo con los mofletes hinchados, con aparente glotonería. Yo le dije: «Hola, ardilla», y entré en el patio de casa, donde me esperaban para ser barridas las aceitunas caídas del olivo. Eran negras, aceitosas, apetitosas para el mirlo y el petirrojo, y el gorrión. Ando, y veo el mar, y recibo su consuelo, ahora que está solo, ahora que estamos solos él y yo, sin el clamor desnudo de los bañistas, sin el pésimo gusto desnudo de ciertos bañistas. Y ya, de vuelta a casa, Diario, pienso en lo que escribió Hemingway en El viejo y el mar: «Y, de pronto -dice-, se dio cuenta de que no hay nadie que nunca esté solo en el mar». El mar, de dulce o trágica compañía, pero siempre amigo fiel… La mar (12:45:30).

viernes, 18 de noviembre de 2016

18 de noviembre de 2016. Viernes.
VARIADO

Con pájaro, en el jardín. F: FotVi

-Ayer le decía yo a un amigo: soy bajito, pero variado. Y se rio. Uno puede ser bajito y, sin embargo, gustarle la elipsis en los discursos, el volar turbado de la mariposa, o la luz que no se percibe, pero se intuye en las cosas; quiero decir, la luz que está en lo más íntimo de las cosas y que para descubrirla hay que ponerse de rodillas en el humildad de uno mismo y mirar desde ahí, y entonces, desde la luz de la humildad, ver la otra luz que esconde el mundo. Y es que de rodillas, se lee el alma doméstica de las cosas, se te entrega sin condiciones, nos da su destello, centellea sin cegar. Resumiendo, Diario, soy bajito, pero variado, múltiple, diverso, como el árbol, que tiene ramas, hojas, alberga nidos, pierde la hoja, la recupera, y da fruto, y éste, comestible a veces, amargo otras, pero siempre en el árbol haciéndose preguntas, y dejando la semilla en tierra cuando llega el tiempo de caerse, para, si hay lluvia y sol propicios, crear otro árbol, y que haya así una nueva resurrección, un retorno, y una nueva rama con su fruto, y, si es posible, con nido: la respuesta (19:12:15).

miércoles, 16 de noviembre de 2016

16 de noviembre de 2016. Miércoles.
SEXTO CUMPLEAÑOS

Ramo de niñez, en el jardín. F: FotVi

-Si dices Candela -luz, lámpara, luna de noche, sol de día, exhalación, chispa, luciérnaga para leer en la oscuridad, ojo luminoso donde cabe todo el paisaje con la playa de Las Canteras dentro, su oleaje paciente a veces y belicoso otras, siempre echado, esperando al bañista o a la ola poderosa-. Si dices Candela -sexto cumpleaños; ¡seis años, ya, Señor!-, dices flor del castaño o de la encina, flor y rama, y fruto; y en el fruto, dices ocasión de masticar, de comer claridad y encender la dentadura como de aspas de molino de viento, triturando el fruto -la castaña-, moliendo así lo que comes. Candela, y, al decir la palabra, dices chispa en la boca, exhalación de aleluyas, a lo Leonard Cohen. Dices Candela y te incendias por dentro: de amor, de proximidad, de complicidad en el lenguaje y en las formas, de familiaridad. Ayer cumplió años Candela: seis años; seis, el primer número perfecto, o el número, según la Biblia, más perfecto de los imperfectos, pues el siete es el número perfecto por excelencia. Un tal Ambrosio de Milán, sin embargo, lo hace símbolo de la armonía perfecta, y quizá sea este número -el seis- el que mejor defina a Candela. Armonía perfecta de su mirada, de su sonrisa, de sus palabras, y del juego de sus manos cuando abraza. Cumple años, Candela, crece en edad y en sabiduría, y, si es posible, en gracia, delante de Dios y para bien de la humanidad. Que Candela crezca en edad, Diario, pero sin prisa, deteniéndose en su niñez todavía florida y asombrada, absorta, y sin el caos aún en su alma de cualquier tipo de malicia humana, de cualquier artificio humano (11:48:35).

martes, 15 de noviembre de 2016

15 de noviembre de 2016. Martes.
PAISAJE DE INSPIRACIÓN

Licencia para bailar, de Katy Parra. F: FotVi
-Y, de pronto, me doy cuenta que la poesía no está fuera, en las cosas, sino en el interior mineral, de cripta, de las palabras. Si sajas una palabra, si la diseccionas, verás que ahí está la poesía, como latido o habitáculo de las cosas, como emoción o destrucción de algo. Las palabras, castillo interior de la belleza de las cosas, y de sus desafíos. En las palabras está la ensoñación del mundo, su libertad sin alambradas, su vuelo heroico. Hay que oír al poeta, que dice las cosas y las pone en su sitio, en el sitio de la historia, en el sitio, a veces, del sollozo. Decía Leila Guerriero hace poco en un artículo en El País: «Si yo fuera menos mentirosa diría que leo poesía para que me haga daño; para que me despierte». Abres una palabra y allí están la luz, la tiniebla, el sí y el no, la gracia y la impiedad, la paz y la guerra. Quizá en esa gota de aceite haya poesía, y en esa otra gota de agua, en ese bosque de abetos. Mas si no las dices, la gota de aceite tal vez unja y la gota de agua riegue, y el bosque sea lugar para la música del viento y el encuentro animal, pero la poesía está en la palabra que las dice, en esa aliento que surge de la boca como un acontecimiento luminoso, o como un paisaje de inspiración, escueto y salvaje. La palabra abierta; o sea, la palabra dando la miel o el acíbar de su interior convulso, oceánico, infinito. La palabra dándose herida, dándose acontecimiento, dándose pájaro o araña que sucumben, reverdeciendo luego en el mundo que nombra. Ah, y decir que hoy, por sorpresa, y desde Totana, ha venido a casa la poesía. Katy (con sus dos últimos libros, Licencia para bailar -¿Qué quieres que te cuente del amor / quien no pudo medir su abrazo ni su órbita?- y Memorias de un gato de buena familia), Isabel y Jose; y, con una copa entre las manos, hemos hablado de nuestras cosas, tan variadas, tan divertidas, tan humanas. Hemos hablado y callado, hasta que, Diario, nos hemos despedido, con un beso y un hasta luego, emocionados; hasta más ver (18:27:51).

lunes, 14 de noviembre de 2016

14 de noviembre de 2016. Lunes.
UN SOL DE DULCE

Otoño, en Liubliana. Eslovenia. F: FotVi

-Nos amanece un sol de dulce de mermelada de melocotón, altivo y anti otoñal, un poco decadente, pero pleno. En Murcia, el otoño se quita días y parece verano, parece no llegar nunca, o, en verdad, acaba por no venir nunca. Un día -me dicen en facebook- espectacular. El sol, en un cielo limpio, azul, siempre es un espectáculo. Un espectáculo de luz y sonido: canta el pájaro, susurra el árbol, se anima la vida, suceden cosas. En la luz. Sucede que yo ande por Murcia cargado de años, que pesan. Pero, aunque pesen, los ando. Tiro de ellos, en los pies, logro arrastrarlos, y, Diario, los voy venciendo. Venzo el peso de los años (19:00:30).

domingo, 13 de noviembre de 2016

13 de noviembre de 2016. Domingo.
LEONARD COHEN

Mordiendo una canción, Leonard Cohen. F: Google.

-Muere un susurro de voz y una música absorta, encantada, de ascensión. En los labios de Leonard Cohen, han muerto la voz y el tañido suave y sublime de la poesía. Sobre todo de la poesía, con la guitarra. En ese cantar de rumor, de aleteo, de arpa un poco ronca, se oye a David, y a Lorca, y a los coros que andan por las alturas diciendo salmos, poniéndole luz a las constelaciones, enseñando a hablar a los árboles. El mirlo ha aprendido a cantar en Leonard, graznando en invierno y dulcificando su melodía en primavera, haciéndola canto canónico, melodía celeste. Ha muerto el cantar con secreto, con abismos, con nostalgias, el cantar activo, inquietante, que tenía tanto que decir. Cantó (diciendo) la libertad, y dijo (cantando) los infiernos, y, colgado de la voz ronca de un ángel, dijo los cielos: los hirió, los dañó, y rescatándolos de sus dudas y penurias, los embelleció, los echó a volar, y con alas de melodía. Qué estremecimiento da cuando se oye balbucir en la caverna de su voz: «Now l`ve heard was a secret chord / that David played, and it pleased the Lord… Hallelujah». («He oído que existe un acorde secreto / que David solía tocar, y que agradaba al Señor… Aleluya»). Un acorde secreto, misterioso, confidencial, que alguien como Leonard Cohen pudo escuchar en lo más profundo de su templo interior, de su cripta con vidrieras con luz, de su alma, y lo traduce y lo da en esta hermosa canción, mitad rezo y mitad denuncia, en todo caso confidencia de su espíritu escondido, angustiado, aunque liberado. Y concluye así esta súplica serena y rebelde: «I´ll stand before the Lord of Song, / with nothing on my tonge but Hallelujah». (Permaneceré en la oración del Señor, sin nada en mi lengua más que el Aleluya). Sólo el Aleluya en su lengua, Diario, o la iluminación en la boca: la llama movediza y sagrada de la poesía (12:19:51).

viernes, 11 de noviembre de 2016

11 de noviembre de 2016. Viernes.
PERCANCE INFORMÁTICO 

Visión de Murcia, desde mi octavo piso. F. FotVi

-Desconcertado, voy y vengo de internet a mis cosas. Y de éstas, a internet. Y no lo hallo. De pronto, sin internet, te encuentras huérfano, o sin pies y sin manos, sin paisaje donde acudir a mirar. O donde embeberte. O sin sitio por el que caminar. Y han sucedido cosas: lo del atropello democrático de Donald Trump (el pueblo nunca se equivoca, salvo cuando se equivoca, o no); nueva ofrenda de vidas con sueños en el mar (el mar se traga todo lo que le echan, aun a la almas que sueñan); las bolsas ayer subían y bajaban (el tobogán de la codicia: los avispados del mercado se frotaban las manos, los miedos de unos llenaban de monedas las manos de otros); es decir, han pasado cosas que pasan casi cada día, algunas espectaculares y otras sencillas, trágicas, como morirse en el mar o andar por las nubes soñando, sin saber que las nubes son vapor de agua en suspensión, que, al comprimirse, se trasforma en líquido, se llueve. Si andas por las nubes, puedes caer llovido, y convertirte en agua de charco o en agua de aljibe. ¡Ah, ser agua de aljibe para calmar la sed del viandante, y la del pájaro surcador de espacios, y la del árbol pensativo! Estos días, Diario, sin internet y sin acceso al mundo de cada día, a la belleza de la vida de cada día, a lo terrible de la vida de cada día, al drama y a la comedia de cada día, he andado un tanto errático, extraviado, hasta encontrar de nuevo la isla perdida de Robison Crusoe, o sea, internet, donde, con la prudencia del pájaro que no cesa de mirar, mientras bebe, pienso instalarme, hasta un nuevo percance informático  (18:27:04).

lunes, 7 de noviembre de 2016

7 de noviembre de 2016. Lunes.
PÁGINA DE DIÁLOGO

Poema en silencio, en el jardín. F: FotVi

-Vuelvo al domingo, con una nueva misa en mi haber. Una misa impresionante de silencios. Y es que los silencios, a veces, también son rezo, página de diálogo, cántico abierto al cielo. Son silencios que hablan, que laten a través de los ojos, en los ojos que dicen. Como los ojos del niño, como los ojos del pobre, como mis ojos cuando no encuentran las palabras y miran todo. A veces los silencios son más expresivos que el tumulto de las palabras. El poema empieza cuando se cierra el libro, al hilo de los silencios que siguen a la lectura. Dices el poema, y, en el silencio, queda el poema, permanece, o se esfuma, se difumina. Pienso en el humo del cigarrillo. Sin contenido, en el silencio que sigue a la lectura, el poema cede y queda en nada, se hace una flor de un día, pájaro sin canto. Pues concelebro misa con otros cuatro sacerdotes, una misa llena de silencios, de ojos bajos. De reflexión. ¿O quizá de cansancio? ¿O el arder del espíritu va por dentro? ¿El espíritu, pira, arde sin ser visto? Mientras, como diría Octavio Paz, «estamos condenados a matar el tiempo». Y, mientras esto ocurre, y aunque el espíritu llamee interiormente, el tiempo nos descubre debilidad, vacilación, jadeo. En todo caso, Diario, cinco sacerdotes ancianos -en una misa distinta, de alas que no se oyen, pero están-, celebramos la resurrección. Y todo porque sabemos -con Octavio Paz de nuevo- «que morir es ensancharse», es irse de vuelos a otra parte (18:07:29).

sábado, 5 de noviembre de 2016

5 de noviembre de 2016. Sábado.
ENTRE DUDAS

Tres en uno, en el jardín. F: FotVi

-En Murcia, arde el día, se queman las sombras. No el mar, como diría el poeta Pere Gimferrer. El mar se viste de temperatura otoñal; o sea, duda entre ponerse o quitarse la sábana nocturna. Aunque se la suele poner en la noche y quitársela en el día. Entre dudas. El mar, como la vida, es cosa de fe. Es decir, cosa de andar tanteando, tropezando, quizá cayendo, para, al poco, salir de la noche y dejarte conducir por el sol, glorioso, lírico, enigmáticamente humano. La fe, más que virtud, es tacto. O ilusión del tacto. Tanteas y, en la oscuridad, tocas y ves. Dices: «Dios está ahí», y sigues, para darte de cara con el misterio. ¿Está Dios? ¿No está? En Murcia, Diario, arden los silencios, y la vieja catedral (18:21:25).

viernes, 4 de noviembre de 2016

4 de noviembre de 2016. Viernes.
OYENDO CANTAR LA LUZ

Soledad en la luz, en el jardín. F: FotVi

-De pronto la rosa, sin llegar a abrir, se marchitó. No tenía agua con que crecer y se bebió una botella de ron. Dicen los que estaban con ella que se enfadó y lo pagó con ron. No diré su nombre, sólo que tenía doce años; es decir, una flor en ciernes, todavía en expectativa. Las flores, si se las corta y no se ponen en agua, si no se las cuida, fenecen. Una fiesta estúpida (el Halloween, un botellón), un enfado con alcohol, y la muerte. La muerte suele firmar estas desgracias, estos inesperados sucesos. Vas con risas y vuelves con tristezas, con llantos. Con lamentaciones. Si es que me dejan, yo diría a estos padres que quedan en abandono, con un trozo de vida menos, con un corazón desgarrado, les diría con Octavio Paz en su poema Tierra nativa: «Cierra los ojos y oye cantar la luz; / el mediodía anida en tu tímpano». Con su ojo de luz, Octavio Paz, Diario, nos enseña, tímidamente, el camino de la claridad; y la claridad, como diría otro poeta, Claudio Rodríguez, siempre viene del cielo (11:01:43).

jueves, 3 de noviembre de 2016

3 de noviembre de 2016. Jueves.
SIN NIDOS QUE SOÑAR

Aceitunas en el aire, en el jardín. F: FotVi

-Con temperaturas de primavera, nos va cercando el otoño. Ayer estuve en La Torre, y vi que los pájaros vestían su soledad, cantando. Desnudos de complejos, cantaban. Para decirse ellos, para oírse a sí mismos, sin nidos que soñar. Bajo el olivo, las aceitunas caídas. Se desprenden del árbol por su peso maduro, por su peso reflexivo. Están en el suelo como pensando. Podrían ser aceite, pero son pacto del mirlo y de la tierra. Se morirán en la tierra y serán como su amor ungido, su amor consagrado. Ayer estuve en La Torre y la nostalgia me golpeó en la mirada, y en el alma, pero al llanto lo dejó a un lado. Si uno se refugia en ella, si uno la llora, la nostalgia, Diario, es perversa, destructiva (18:35:33).

martes, 1 de noviembre de 2016

1 de noviembre de 2016. Martes.
AL OTRO LADO DE LAS PALABRAS

Palabras ascendiendo, desde el jardín. F: FotVi

-La fe, que nace en la tierra, se abre paso hacia el infinito, pasando por el cielo. El cielo de las estrellas y quizá el del asteroide donde vive El Principito, con su rosa huraña. O el cielo de las respuestas lejanas, de las respuestas que vienen de camino hasta llegar al que las espera. Esperar respuestas es tener fe. Tú te planteas preguntas y la fe trata de dártelas, y la oración ayuda. Rezar -no importa desde dónde o en dónde- es un modo de hablar al infinito, al más allá, al otro lado de las palabras, y esperar. Se reza con fe, y la esperanza aguarda, agazapada, trémula. Hoy he visto una iglesia destrozada en Nínive -o con la firma de la guerra que nada perdona-, y a unas personas rezando bajo los techos abiertos, rotos, por donde, después de las bombas, se precipitaba el cielo. Como un suceso de luz. Es la iglesia de la Inmaculada en la ciudad de Bajdida, próxima a Mosul. Abajo la palabra, y arriba la bóveda abierta del templo esperando las respuestas del cielo, que descienden en forma de paz, o en forma de más esperanza, o en forma de santidad perseguida. Y es significativo que, de entre tanto caos y destrucción, haya quedado en pie el Sagrario. Donde queda el viático para el que sufre. Donde queda un signo de comunión y no de guerra, un signo de la paz contra toda arma, un signo por el que se parte el pan y se reparte, para calmar todo hambre, aun el de los que hacen la guerra. La fe, Diario, hace el milagro de la esperanza, que siempre anda detrás de las palabras, si éstas son palabras de paz, palabras que envuelven y no distancian, si son abrazo y no bomba, si se comulgan y se mastican como el pan, con fe de bocado (11:51:06).

domingo, 30 de octubre de 2016

30 de octubre de 2016. Domingo.
AZUL SÁBADO

Azul sábado, en Pamukkale (o castillo de algodón), en Turquía. F: FotVi

-Dice bellamente Katy Parra, poeta, que «era rubia y tenía los ojos azul sábado». «Azul sábado», o un azul acuarela, un azul volátil, bellamente etéreo. Ayer fue sábado y el azul era como el de esos ojos inquietantemente celestes, lúcidamente virginales. Lo que no sé es si esos ojos «azul sábado» ven todo en azul, a lo Avatar, o sólo son azul sábado para ser mirados, admirados, celebrados. Celebrados, los ojos, no lo que ellos ven. Ver, deben ver como los ojos castaños, como los ojos verdes, o como los que son como el agua, que miran, hacen ruido de agua, y corren riachuelo adelante. Reflejando cielos, y cosas. Saltarines. Sin embargo, hay ojos del color del terror de cada día en el mundo. Ojos de horror, absortos, del color negro de la muerte. ¿O son ojos rojos, ensangrentados? Leo: 8.000 familias secuestradas por el Estado Islámico y colocadas como escudos humanos en Mosul. ¿Con qué color de ojos se mira esto? ¿Azul fantasía -«tenía los ojos azul sábado»-; castaños, como la tierra y el trigo a punto de segar; o garzos, como el espino nuevo en el campo? ¿O mejor no mirar? ¿O se mira y se calla? ¿O se mira y se llora? ¿O se llora sólo, sin mirar? No sé; me gusta lo de los ojos «color azul sábado», un hallazgo poético, pero no para mirar lo que ocurre a nuestra orilla, tan cercana, que casi nos hace culpables de no ver o no querer ver, o de, aun viendo, perseverar en la ignominia de creer que no ves. Y mientras, Diario, como diría Leila Guerriero, escritora argentina: «El domingo late afuera como un fantasma, o como un miedo» (11:26:17).

viernes, 28 de octubre de 2016

28 de octubre de 2016. Viernes.
EN RACIMO

Lamento blanco, en el jardín.

-Ahora, aquí en el piso octavo, me despierto temprano, y no oigo a los pájaros. Por lo visto, los pájaros no vuelan tan alto; no así los árboles que, poderosos, superan la cima de mi ventana. Son unos árboles rectos como una mirada al infinito. A lo sumo a los pájaros se les oye más lejos. Tras los árboles, hay un hospital, el Reina Sofía, que, antes que yo, se despierta con luces y sufrimiento. Lentamente, se van encendiendo las ventanas, y se va haciendo latido tenaz el dolor. Suena alguna sirena en la calle. Y al momento, la paz. La paz que trasmite el hospital visto desde lejos. No como en Alepo, donde todo es destrucción, pavor, muerte. Se bombardea sin piedad a la debilidad, en los hospitales. A la angustia de la enfermedad, se añade la otra angustia de lo insospechado. De la muerte que viene del cielo, Y mueren niños, en racimo. 18, 22. En total, esta semana, unas 400 víctimas civiles. Que quedan como cifras para la estadística. Sin una palabra de condena por parte del mundo llamado civilizado. O, a lo sumo, sirven para echarse la culpa unos a otros, Rusia y Siria a Estados Unidos, y éste a los otros dos, como si de un juego siniestro de pimpón se tratara. Y siguen las bombas, y las treguas de paz que no se cumplen, y las grandes palabras que, en la ONU y en otros foros de discusión y facundia, se lleva el viento. Y es que, mientras susurran las palabras en estas curias del simulacro, los silencios, Diario, se hacen cómplices de las bombas que caen del cielo y matan, los silencios encubridores (19:09:03).

miércoles, 26 de octubre de 2016

26 de octubre de 2016. Miércoles.
DIBUJO

Desgarro de sombras, en la noche. F: Anna Wi

-Me pongo a pensar y, en vez de esto, hago un dibujo en mi pensamiento. En mi pensamiento no pienso, dibujo cosas. Un poema, dos sillas, y, llorando agua y huesos en la noche, una luna inmensa. Dibujar la noche es fácil: un borrón y, a lo sumo, un farol oscilante que ilumina un pequeño espacio de ese borrón. Una cuchillada de luz en el dibujo, un desgarro en las sombras. Una cerilla basta para abrir esas sombras en la noche, en apariencia, tan cegadas y selladas. Oscila la luz y oscilan las sombras, hasta abrirse. Así es la vida, Diario, un ir entre sombras en las que de pronto aparece la luz de una cerilla que te salva, que te acoge, que se hace bastón con el que dar pasos (19:18:37).

martes, 25 de octubre de 2016

25 de octubre de 2016. Martes.
CUMPLÍ VIDA

Cumpliendo vida, en iglesia de San Blas. F: FotVi

-Me despierto a las siete y oigo que me dice el día (lunes), feliz cumpleaños. Cuando en la soledad no tienes quien te hable, te habla el día, que hace de las horas sílabas y de las sílabas palabras. Pero un poco más tarde, me acuden como abejas con polen en las patas felicitaciones y buenos deseos. Y es que ayer cumplí años. Cumplí sueños. Cumplí atascos. Cumplí irme de nubes y volver hecho lluvia. Cumplí quedarme en la tierra. Cumplí quebrar la luna en un charco y, al momento, recomponerla. Cumplí estar y no estar (algo así como ser y no ser). Cumplí fe y silencios, y secretas escuchas, profecía. Cumplí tiempo, si es que el tiempo convive con uno. Cumplí deterioro. Cumplí alegrías, sin detenerme a pensar en lutos. Cumplí tristezas. Cumplí viajes a la utopía y vueltas a la realidad, nunca derrotado. Cumplí amistades, preciosas casi todas. Cumplí desafíos, sin olvidar sus contrapartidas. Cumplí llantos y euforias. Cumplí bellas y rotas palabras, poesía. Cumplí libros, uno detrás de otro, como un caminar de hormigas que van dejando huella. Cumplí muertes de seres queridos. Cumplí niñez y juegos, y pesados estudios. Cumplí padres y hermanos, éstos más fugaces que aquellos. (Éstos, fugaces como un pensamiento furioso). Cumplí sonetos y versos libres, y deseos sin culminar. Cumplí años, días, horas, minutos, y ahora estoy cumpliendo este segundo de evasión, o de afirmación. Cumplí encuentros, y derrotas. Cumplí Candela, hermosa luz. Cumplí amor a Dios, y cruces con Dios. Amé y defraudé a Dios. Cumplí juventud y ancianidad; es decir, cumplí fuerza y debilidad, ese bello quehacer humano. Diario, cumplí vida (18:05:57)

lunes, 24 de octubre de 2016

22 de octubre de 2016. Sábado.
MOSUL, ALEPO

El juego de los niños de la guerra, en Afganistán.

-Digo Mosul o Alepo, y se me hace como un raspar trágico de lija en la mente. Mi mente se asombra y se rebela. Y cruje, como el entarimado de un escenario de teatro viejo de pueblo. Decir Kabul o Alepo es decir caos, abismo, tragedia, guerra. Y familias con niños en oscuros campos de concentración, con la desesperanza y el pavor en los ojos, y lo inocencia de los niños riendo, o dándole patadas a un balón. Patadas bélicas, sin embargo. Mosul, llamada ciudad de convivencia -en él coexistían musulmanes suníes y chiitas, cristianos y yazidíes-, es ahora un lugar de desafío, de duelo continuo. No hay escuelas y los niños se eternizan en el juego, y en hacer la guerra, con armas de mentira. Otro juego. O armas de verdad, otro juego más cruel. Se dice que más cien mil cristianos, en las alturas del Kurdistán, viven con la esperanza del regreso. Rezan y esperan. Debe ser, sin embargo, un rezo espeso y una esperanza turbia. Yo, en su situación, no sé cómo rezaría, si en paz o con ira, o con una duda desafiante ante Dios. Me veo cristiano con hijos en un campo de concentración en Kurdistán y me pregunto cómo sería mi oración, si fiera o humilde. ¿Sería como la de Job: «Perezca el día en que nací, / y la noche que dijo “Un varón ha sido concebido”?» ¿O como la del salmo 50: «Inclina tu oído, Señor, escúchame, / que soy un pobre desamparado?». No sé; sólo sé, Diario, que sería desesperada. O como la de Jesús en el Sinaí, abatida, sudada en sangre (12:06:04).