11 de diciembre de
2017. Lunes.
INQUIETA
ESPERA
Abriéndose la tierra, en el jardín. Torre de la Horadada. F: FotVi |
-Domingo y adviento, o
tiempo de inquieta espera. Si se espera, es que hay fe en alcanzar lo que se
espera. La fe y la esperanza siempre van de la mano. La fe impulsa a la
esperanza y la esperanza da alas a la fe. Y el amor, al acecho. Decía Fray Luis
de León que «el amor verdadero no espera a ser invitado, antes él se invita y
se ofrece primero». Ayer, domingo II de adviento, se juntaron la espera, el
amor que se ofrecía, y la fe que los inspiraba. Así se explica este deseo de
Isaías, el profeta que ponía palabras poéticas a la inspiración de Dios: «Cielos,
destilad el rocío; nubes, lloved la liberación; que la tierra se abra, que
brote la salvación, y junto con ella germine la justicia Yo, el Señor, lo he
creado». Como se ve, todo es deseo y esperanza, y fe en el porvenir, y amor que
germina en justicia. La justicia, que como diría el salmista, se besa con la
paz. ¿Y todo por qué? Porque la justica mira desde el cielo, y se hace lluvia
de liberación en la tierra; la justicia, o el germen de Dios en la tierra.
Donde no hay justicia, no está Dios. Por eso en el nacimiento de Jesús se pide
que germine la justicia en la política, en la sociedad (a veces aberrante), y
hasta en la religión. Sin justicia -sin Dios-, Diario, se secan hasta los oasis
del desierto, en la iglesia, y aun en la fe más exquisita (13:03:42).